lunes, 16 de enero de 2012

La importancia de ser un perdedor. Capítulo 2: Papa was a Rolling Stone


Pese a lo que dije antes, sí que habían tenido lugar acontecimientos entremedias: resulta que Cecil no era tan buen chico como Alice creía y se marchó a Francia sin decirle nada, tras lo cual ella se enteró de que había tenido, por lo menos, otras 4 novias en Madrid. Y estoy hablando de novias formales, no quiero ni saber con cuantas mujeres se acostaba ese individuo cada fin de semana.
Por su parte Rober acabó, por primera vez en su vida, con una relación, cumpliéndose el pronóstico de Alice: se arrepintió.
Por último Álex nos comunicó que el curso siguiente iba a estudiar periodismo en Alemania, por lo que dejaba su puesto libre en la Brigada.

Sí, como podéis ver, ese mes fue, en mayor o menor medida, desastroso para la Brigada S.O.S.

El único consuelo que me queda es que tengo todo el verano por delante. Un verano para sanar mentalmente, con un montón de actividades por delante y nuevos días que se abren ante mi como un mazo nuevo de cartas de “Yu-gi-oh!”. Será cuestión de exprimir estas vacaciones al máximo, sin mirar atrás y con la determinación de no rendirse por muy mal que vayan las cosas.

-         ¡Por Dios, cielo! ¡Esto es un desastre!-
-         Y yo que creía que era desordenada.-

Mi madre y Alice entran en mi habitación, levantando la persiana y haciéndome sentir como un prisionero que sale de su celda de aislamiento. No hago más que entrecerrar los ojos, aunque sin moverme del sitio, sentado en el suelo, encorvado, sujetando firmemente el mando de mi Nintendo 64, la cual he sacado del armario expresamente para la maratón videojueguil en la que estoy inmerso.

-         ¡Llevas 30 días encerrado! ¿Acaso no tienes pensado salir nunca?- Pregunta preocupada la señora de la casa mientras recoge como puede la ropa tirada por el suelo, las cajas de pizza y los fritos varios.
-         ¿Te ha salido barba?- Menciona Alice mientras con la mano me frota la mejilla derecha.
-         Es chocolate.- Respondo con voz ronca por la falta de habla.
-         Ugh.- Alice se refriega la mano contra mi camiseta.- Ya decía yo, tú no tienes pelo en ningún sitio excepto en la cabeza.-

Puedo refutar eso, pero no estoy de humor.

En cuanto mi madre acaba de limpiar, tarea que le lleva, aún con la ayuda de Alice, no poco tiempo, se sienta en mi silla, con la obvia intención de intentar entablar una conversación conmigo. La intención es buena, aunque nada de lo que me diga hará que deje la partida del Majora´s Mask[1].

-         Ayer por la noche hablé con tu padre.-

Excepto eso. De repente dejo de aporrear los botones del mando y centro mi atención en sus palabras.

-         Llamó para saber qué tal estás. Tiene un trabajo nuevo y no le va mal. Quería hablar contigo, pero le dije que no te encuentras bien. De paso le comenté lo que te ha pasado en…-
-         ¿Por qué?- Pregunto interrumpiendo, sin moverme un ápice.
-         ¿Qué?-
-         ¿Por qué le da ahora por llamarnos después de tanto tiempo?-

Se hace el silencio. Es normal el shock que me supone la repentina llamada de mi progenitor. Mis padres se divorciaron hace 10 años, tras lo cual él inmediatamente se mudó a Londres, su país natal. No volví a hablar con él desde entonces, aunque tampoco es que le echara mucho de menos, nunca tuvimos una gran relación. Quizás porque él era un hombre que se pasaba día y noche trabajando en el bufete de abogados y nunca me prestaba atención; aunque igual me equivoco, la verdad es que el tiempo puede distorsionar la imagen que tenemos de alguien.

-         No necesitamos nada de él. No lo necesitábamos entonces y no lo necesitamos ahora. Díselo si vuelve a llamar.- Digo con ánimo de sentenciar la conversación mientras reanudo la partida.

Mi madre se queda callada, inmóvil, con intención de decir algo más.

-         Hoy mismo ha llegado algo para ti de su parte. Una especie de regalo. Creo que sería buena idea que lo aceptases, igual te ayuda a olvidar todo lo que ha pasado.-
-         Ray, sabemos que lo has pasado mal, pero tienes que volver a salir fuera, no puedes quedarte aquí para siempre huyendo de tus problemas. Esa no es la forma de ser de mi primo.-

Esas palabras quedan en el aire, como esperando que yo las aceptara. No iba a haber esa suerte.

-         Ahí fuera sólo hay mujeres con un “no” como respuesta para todo, profesoras aprovechadas, maridos cabreados y una legión de seguidores de los Jonas Brothers.- Me doy la vuelta, mirándolas fijamente por primera vez en un mes.- Os agradezco la preocupación, pero estoy bien. Sólo necesito tiempo para mi… de verdad.-

Esa excusa no me la trago ni yo, pero ellas la aceptan y se levantan con ánimo derrotado.

-         Te lo dejo encima de la mesa. Si necesitas algo, pégame un grito.-

Tras lo dicho, mi madre me da un beso, Alice me frota la cabeza y ambas se marchan de mi cuarto. Mientras, yo continúo con mi partida, aunque por algún motivo no soy capaz de centrarme y me terminan matando varias veces. Al final tiro el mando al suelo y giro la cabeza en dirección a la mesa, dónde está el supuesto regalo de mi padre.

-         ¡Tsk! Muy propio de él. Siempre hace lo que le da la gana sin pensar en los demás. ¿Por qué iba a querer saber de él ahora? ¿Acaso cree que puede comprarme sin más?-

Digo estas palabras mientras con furia me levanto y cojo el regalo, con intención de mirarlo una vez por curiosidad y tirarlo directamente a la basura. Es un sobre. Lo abro, observo su interior y…

-         Oh, vaya…-

Todo vuelve a ir a cámara rápida desde ese mismo momento. Ahora estoy de pie, justo enfrente del control de seguridad, despidiéndome de mi madre, Alice y Rober. Le doy un abrazo a mi madre.

-         Llámame en cuanto llegues e intenta no pelearte demasiado con tu padre.-
-         Lo intentaré.-

Le doy otro abrazo a Alice.

-         Recuerda que a las chicas de allí con dos cervezas ya las has quitado el sujetador. Acuérdate de la técnica que te enseñé.
-         Sí, gracias a aquella sesión me sonrojo cada vez que veo un maniquí. Pero te lo agradezco.-

Por último le doy la mano, con gran sentimiento eso sí, a mi mejor amigo.

-         No lo olvides: “roleamos juntos, morimos juntos, Gamers para siempre.”[2]- Terminamos la frase al unísono.
-         Pasad todos un buen verano.- Sentencio como adiós.

Con estas palabras y un dramático giro con despedida de mano incluida me pongo en marcha. Una vez pasado el tediosísimo control, me dirijo a la puerta de embarque y subo a mi medio de transporte. No lleva mucho tiempo hasta que el avión despega mientras que, mirando por la ventana, recuerdo la sorpresa que me llevé en cuanto abrí aquel sobre enviado por mi padre.

Dentro había un billete de avión, además de dinero, pero no eran euros, eran… libras. También había una nota escrita a mano con diversas tachaduras, síntoma de que le costó encontrar las palabras que plasmar, junto a una tarjeta grapada en ella:

“Me gustaría que empezáramos de nuevo. Pasa el mes de Agosto en Londres conmigo. Tienes todos los datos necesarios sobre el vuelo en el billete de avión. En la tarjeta adjunta encontrarás mi número de teléfono y mi dirección. Te estaré esperando a las 12:00 en la entrada principal del aeropuerto de Heathrow”

-         No has cambiado nada, ¿eh? Siempre diciendo lo justo.- Espeté sin darme cuenta.

Escrutando un poco más la carta, logré descifrar una frase tachada de mala manera:

“Eres libre de no aceptar la oferta, pero me gustaría poder verte una vez más.”

Recordé que no tenía ninguna intención de salir de casa en todo el verano, pero si me dan la oportunidad de irme a un país extranjero durante una temporada con todos los gastos pagados, no sería tan idiota de no aceptar la oferta. Aún cuando esta incluyera la trampa de tener que aguantar a mi padre durante 30 días. Tras comunicárselo a mi madre y convocar una reunión extraordinaria de la Brigada, comencé a preparar el viaje al que me iba a embarcar 4 días más tarde.

Así llego a este momento, en el que mi avión ha despegado del aeropuerto de Madrid Barajas en dirección al aeropuerto de Heathrow, en el que me espera mi padre. Son las 10 de la mañana y el vuelo dura dos horas. De repente me doy cuenta de que no tengo nada para pasar el rato, ya que en pos de alejarme de mi rutina habitual, he dejado todo aparato electrónico en casa, exceptuando un móvil de la edad de los primeros “Nokias” y un viejo MP3. Por desgracia el MP3 está descargado por el uso que le di durante todo el día de ayer. Ahora este hecho me preocupa, odiaría tener que pasar los siguientes 120 minutos leyendo el menú de precios desorbitados.

-         Damas y caballeros, a continuación procedemos a reproducir la película “Hitch”[3]. Pueden pedir auriculares a las auxiliares de vuelo. Gracias.-

Acaban de anunciar mi tabla de salvación. Pido unos auriculares y me recuesto en mi asiento de disfrutar de esa gran película.

Hora y media más tarde la película acaba y ya nos estamos acercando al aeropuerto. Al ver por décima vez el largometraje, me asalta una inesperada reflexión: un personaje representativamente Geek, Nerd o simplemente rarito se da cuenta de que su estilo de vida repele al sexo opuesto, por lo que lleva a cabo una increíble transformación externa que le lleva a una larga y fascinante vida sexual. Pero, si lo piensas, él sigue siendo igual por dentro, sigue teniendo los mismos gustos, pero no los muestra o incluso los oculta.

Todo esto me lleva a una idea extraña: ¿Y si te hicieras pasar por un tipo poco atractivo y, de un día a otro, te convirtieras en uno muy atractivo? Si, ya sabéis, llevas gafas y aparato, andas encorvado y con voz de pito y al día siguiente te lo quitas todo y te comportas como James Bond. Las mujeres deberían notar la diferencia y tu atractivo subiría varios niveles.

- Damas y caballeros, aquí el comandante Lobato. Nos estamos acercando al aeropuerto de Heathrow…-

Gracias al anuncio me quito esa idea absurda de la cabeza. Ahora sólo me tengo que centrar en descansar. Nada de mujeres, nada de videojuegos, nada de películas. Sólo yo y una ciudad desconocida para explorar.

-         Perdona.-

Una voz femenina procedente del asiento de atrás me llama la atención. Al darme la vuelta veo a una belleza rubia de ojos verdes, en la que se denotan ciertos rasgos anglosajones, con un conjunto provocador conformado por una blusa escotada y una minifalda.

-         ¿Podrías darme mi pasaporte? Creo que se me ha caído debajo de tu asiento.-
-         Cómo no…- Respondo con mi entrenado tono varonil.

Un rápido vistazo a debajo de mi asiento y encuentro el mencionado documento. Al estar abierto veo el nombre de su propietaria: Debrah.

-         Aquí tienes, Debrah. Tenías el pasaporte abierto, espero que no te importe que le haya echado un vistazo.-
-         No te preocupes.-

Sin mediar más palabra, mete su pasaporte en el bolso y devuelve la vista al magazine de moda que estaba leyendo.

-         Dime, Debrah. ¿Vas a Londres por trabajo o por placer?-
-         Vacaciones.- Contesta sin mirarme.

Esto es una señal más que evidente. Sé perfectamente cuando he de darme por vencido, algo que ocurre con más frecuencia de la que debería.

-         Bueno, cuídate…- Me despido reptando a mi asiento, derrotado.

No sé si lo he mencionado antes, pero voy a establecer las normas de este verano: nada de mujeres, videojuegos o películas. Tras mi charla con Debrah empiezo a considerar que es algo que no voy a poder cumplir. Es ver un par de tetas, un JRPG[4] o una película protagonizada por Simon Pegg[5] y no acordarme ni de mi propio nombre. En fin, haré lo que pueda.

El avión aterriza, bajo del mismo, configuro mi móvil de anticuario para adaptarlo a los operadores de Londres (el nombre de Lebara me gusta, de modo que lo selecciono) y me dirijo a recoger mi maleta. Los letreros, al igual que el idioma Inglés, los entiendo sin mayor problema. Si te gustan los videojuegos y el anime no te queda más remedio que conocerlo. Es ese idioma o el Japonés y, por desgracia, este último no lo enseñan en el colegio ni tiene tantos libros autodidactas.

Recupero mi maleta en tiempo récord pero, por desgracia, parece ser que yo no voy a correr la misma suerte. Llevo hora y media esperando en la puerta del aeropuerto a mi padre, y eso que de por sí llego tarde a nuestra cita. Ya le he llamado como 5 veces al móvil, pero no obtengo respuesta. Vuelvo a mirar la tarjeta para confirmar que la hora y el lugar son correctos. Lo son.

Media hora más tarde, doy por terminada la tomadura de pelo. Tengo el dinero que me envió en la carta, de manera que decido tomar un taxi. Podría coger el metro, su estructura no es muy distinta al del metro de Madrid y no me costaría llegar a mi destino, pero no tengo ningún reparo en gastarme 100 libras en un taxi aunque sea sólo para cabrearle por dejarme tirado. Cojo uno de los muchos taxis dispuestos en la entrada y le digo que me lleve hasta la estación de Leicester Square. Una vez allí cojo el metro hasta la estación de Golders Green que, según pone en la tarjeta, es dónde vive mi “responsable” progenitor. Me sorprende lo caro que resulta ser el metro en Londres, un solo viaje son casi 5 Libras; y yo que me quejaba de lo que hay que pagar en Madrid…

Mientras estoy en ese extrañamente bajo vagón de metro me doy unas palmaditas en la espalda por haberme estudiado a fondo la guía de Londres que me compré en Madrid. Gracias a ella he sabido exactamente cómo ir desde Heathrow hasta el que sería, durante un mes, mi hogar. Supongo que a un nivel subconsciente sabía que no podía fiarme de mi padre.

Desde Leicester Square he cogido la línea negra o “Northern”, que me llevaría directamente al barrio Golders Green. Tardo unos 20 minutos en llegar a mi destino. Me apeo, bendiciendo el hecho de que decidiera traer pocas cosas y la maleta sea tan ligera.

Al salir de la estación de metro observo que Golders Green es un barrio puramente residencial. Casi todo está formado por pequeñas casas y comercios minoritarios. No me lleva demasiado encontrar la casa de mi padre gracias al mapa que imprimí de la zona con “Google Maps” y, también, a la ayuda de un par de ancianos vestidos con atuendo judío. La verdad es que de entrada ya sorprende la diversidad cultural y étnica de la que hace gala Londres en cada esquina.

Por fin he llegado. Es un pequeño chalet de dos plantas, que no destaca en nada del resto de chalets blancos adosados a él. La única diferencia entre ellos es el número. Me acerco e, inmediatamente, me preocupo. La puerta está prácticamente abierta. No conozco mucho Londres, pero el único lugar del mundo en que una persona sensata dejaría la puerta abierta en circunstancias normales es en Canadá. Doy unos pasos atrás y miro de nuevo la tarjeta para comprobar que es el lugar correcto. Lo es. Justo entonces oigo una especie de ruido en el interior, algo parecido a gruñidos.

Esto activa mis alarmas, así que no espero más y entro en la casa rápidamente, tirando la maleta de mala manera a un lado en el recibidor. Sabía que algo tenía que haberle pasado a mi padre; aunque no lo considere de fiar sería raro que no viniese a buscarme después de todas las molestias que se ha tomado para traerme.

Al adentrarme más oigo que los gruñidos se entremezclan con algún que otro grito, junto a cierto ruido que no logro identificar,  los cuales provienen del piso de arriba. Subo sin perder un segundo y entro en la habitación.

En cuanto entro en el cuarto me da la impresión de que mis ojos se pudren y se caen al suelo. Ojalá, así no tendría que presenciar lo que está ocurriendo. Los gruñidos y los gritos no eran gruñidos de lucha, sino de placer. Además, el ruido que no lograba identificar es la canción “Sexual Healing” de Marvin Gaye. Estoy seguro de que ya sabéis lo que está pasando, ¿verdad? Mejor, porque no existen palabras para describir la escena que se desarrolla ante mi.

Pasan unos segundos antes de que mi presencia sea advertida.

-         ¡Ray, son! ¿Whatcha doin´ here[6]?-

Mi padre, que estaba debajo de las sábanas junto a dos preciosidades dignas de revista, reacciona de forma inesperadamente tranquila para la situación; a no ser que el hecho de pillar a tu padre en pleno coito con un par de mujeres sea una situación normal en Reino Unido. Dios salve a la reina…

Intentado que la mandíbula no se me caiga al suelo de la incredulidad, aparto la mirada de esta horripilante escena.

-         Mi avión llegaba hoy, ¿recuerdas? Fuiste tú el que me envió el maldito billete.-
-         ¡Ah, si, cierto! Lo siento, chaval. Mira, te presento a Dianne y a Roxanne.-
-         Encantado.- Digo levantando la mano y sin volver la cabeza.- Mira, esperaré fuera.-
-         Gracias, hijo, salgo enseguida. Venga, chicas, hay que cerrar la tienda de campaña.-

Asqueado, cierro la puerta y espero en el pasillo. Un par de minutos más tarde mi padre sale enfundado en una bata de seda de color carmesí y sombrero del mismo color, mientras tiene un puro encendido en la mano. La verdad es que no sé si a alguien le sentará bien ese look, pero a mi padre, con las pintas de Nerd[7] que tiene gracias a su piel extrañamente blanquecina y su cuerpo de rata de laboratorio, desde luego que no. Me alegro de que los genes predominantes fueran los de mi madre y yo ha salido con un buen físico…

-         Ray, cómo me alegro de verte. Te daría un abrazo, pero como has podido ver llevo toda la mañana con el arma a punto, si sabes a lo que me refiero…-
-         Vale, papá, ya está bien. Llevo 10 años sin verte porque te fuiste de un día para otro sin motivo aparente, sin decirnos nada más que el que te ibas a Londres y dejándonos a mi y a mamá completamente solos. Y ahora que estoy dispuesto a darte otra oportunidad, ¿qué haces tú? Me haces esperarte dos horas en un aeropuerto y todo porque estabas tú aquí con dos…-

Justo en ese momento se abre la puerta y las dos chicas, protagonistas de la vergonzosa escena y que no debían de pasar de los 30, se despiden de mi padre con un beso en la mejilla.

-         Esta vez acuérdate de llamar, David.- Dice la chica morena, Dianne.
-         No nos hagas volver para castigarte.- Completa la chica rubia, Roxanne.
-         No intentéis cambiar a un chulo como yo, nenas. Ahora, largo.[8]-

Así las chicas se van sin dirigirme ni una sola mirada. Aunque no sea nada nuevo, es la primera vez que doy gracias de que haya pasado. Tras oír la puerta cerrándose, puedo notar mi perplejo rostro mirando fijamente a mi padre.

-         ¿Pero qué te ha pasado? ¿Has contratado como estilistas a Puff Dady y a Hugh Hefner?- Exclamo entre alterado e incrédulo.
-         Te veo muy colgado, colega. Te diré qué vamos a hacer: ven a la cocina y nos tomamos un buen copazo de “Jack on the rocks” [9].-
-         Papá, sólo son las 15:00.-
-         ¡Vale! Pues más pá mi, carroza. Caray, ¿quién es el adulto aquí? Si no quieres beber, ven, te enseñaré mi castillo.-

Tras llevarme en un pequeño tour por la casa, me lleva hasta mi cuarto, justo al subir las escaleras a la derecha, tras lo cual entra para dejar mi maleta, la que insistió en llevar ya que, al parece ser, “en el barrio[10] tienen un gimnasio de la hostia”. Lo dice justo con estas palabras. Yo me dedico a abrir mi maleta e ir sacando mis cosas.

-         Bueno, colega, algunas reglas rápidas. Que no te pille fumando mi mierda, ni usando mis condones y, si alguna vez te traes a alguna zorra que yo considere que está buena, yo me la tiraré primero. Estas son las condiciones, lo tomas o lo dejas, negro.-

No sé que me sorprende más, si el uso de tantas palabras despectivas seguidas o la fuerte connotación racista de las mismas.

-         No tiene gracia, papá.-
-         Oh, perdone, señorito. En ese caso que sepas que la basura se saca los sábados.-

El silencio se adueña de la estancia, creando un muro cada vez más grueso y alto entre nosotros.

-         Escucha, Ray. Siento haberme olvidado de recogerte. Algo así no volverá a pasar.-

Yo no digo nada y sigo sacando cosas de la maleta.

-         Eh, ya sé lo que vamos a hacer. Vamos a papear. Hay un lugar cerca de Leicester Square al que suelo ir después del trabajo. Es un buen sitio, de verdad[11]¿qué me dices?-

No tengo muchas ganas de salir, pero lo cierto es que tengo hambre y, si es un sitio al que él suele ir, no hay peligro de que me ponga en evidencia en público.

-         Si, está bien. Tengo hambre.-
-         ¡Muy bien zorra! Voy a vestirme y nos vamos enseguida. Espérame abajo.-

Bajo al salón, que se encuentra al lado de la entrada, y espero unos minutos. He visto ya tantas cosas sorprendentes en las pocas horas que llevo en Londres que no creo que haya nada que pueda dejarme boquiabierto. O eso creo hasta que veo a mi padre bajar las escaleras. Lleva un conjunto de macarra que parece sacado de un video de Snoop Dogg: traje morado, camisa negra con los últimos botones abiertos que dejan ver un collar de oro con forma de león de dimensiones grotescas, un sombrero negro y unas gafas de sol a juego. Ahora bien, el “coup de grace” al conjunto es el bastón negro con la empuñadura en forma de diamante con el que anda con no poco “flow”.

-         Rodando, junior.- Culmina mientras se coloca el sombrero.

Gracias a Dios al salir fuera compruebo que el coche, aparcado justo enfrente de la casa, no va a juego con su indumentaria. Es un Mercedes color plateado de tres puertas con techo retráctil bastante nuevo. Por fin una sorpresa que no resulta ser desagradable.

-         Guapo, ¿eh?- Suelta mientras pulsa el botón del mando para abrir las puertas.
-         Mucho. Lástima que no lo tuvieran en morado.- Digo con sarcasmo.
-         Eso mismo le dije al cerdo del dependiente, pero en este país no están en la onda.-

Dicho esto, entramos en el coche, arranca el motor y enciende el reproductor de CD´s, comenzando a sonar la canción “Where the hood at?” de DMX. Me alegro de que Golders Green sea un barrio de clase media. Odiaría tener que pasar por un barrio pobre con un coche de gama alta escuchando a un cantante marcadamente negro mientras mi padre blanco personifica un esteriotipo racista de la gente de color. Al menos podré disfrutar de una tranquila comida en…

-         ¿¡Una bolera?! ¡¿Vamos a comer en una bolera?!-

Resulta que el sitio al que mi padre se acerca nada más terminar de trabajar es una bolera dentro de un centro comercial en la que, además, sirven comida. El sitio en cuestión se llama “eat ´n´ Bowl” y está extrañamente concurrido.

-         Así es, colega, nada revitaliza más el espíritu de un hermano como derribar unos cuantos bolos mientras te comes un perrito ¿Sabías que el bowling lo inventó un afroamericano?-
-         No, papá, no lo sabía.-
-         Pues así es, blanquito. En realidad no es difícil adivinarlo si te fijas en cómo es este deporte: consiste en coger una gran bola de color y tirarlo con toda tu ira con la intención de derribar a 11 bolos blancos que te bloquean el paso.-

Esa estupidez es de tal magnitud que no consigo encontrar qué decir.

-         Ya… no creo que eso sea así…-
-         ¡Pues lo es, perro! Cuando conozcas las calles, entenderás este deporte.-

Claro, porque es de cultura general que las bandas del “West Side” de California juegan a los bolos entre tiroteos. De todas formas, no seré yo el que le saque de su error.

-         Te toca. Recuerda: si consigues un strike, podrás darle un mordisco al perrito, si tiras alguno, podrás comer tantas patatas como bolos hayas tirado, si no tiras ninguno, no comes nada.

Con desgana me levanto de la silla de plástico, cojo un bolo de color azul y lo tiro como puedo contra los bolos. Al final la bola se desvía y no consigo tirar ninguno. La bola vuelve a través del conducto para una segunda jugada, la vuelvo a coger y la tiro con el mismo ímpetu. Esta vez consigo tirar tres bolos. Genial, eso me da derecho a 3 patatas…

-         ¿Qué te pasa, “tas torcio” un tobillo? No veía algo tan feo desde que conocí a tu abuela.-
-         Muy gracioso. Veamos cuántos tiras tú…- Digo mientras cojo un puñado de patatas sin que él me vea.

Mi padre se acerca para coger una bola pero, justo antes de cogerla, se pone a observar a un grupo de chicos de color con atuendos raperos que se encuentran tres pistas más allá.

-         Eh, R-man.- Me llama con tono reservado.
-         Papá, haz el favor de no llamarme así. Mejor aún, no me llames…
-         No seas carca, colega. Fíjate en ese grupo, son de los míos.-

Me lleva un par de segundos asimilar sus palabras.

-         ¿Cómo que de los tuyos?-
-         Sí, fíjate, tenemos el mismo rollo.-

No lo niego. Juntas a mi padre, a esos chicos y algunas tías en bikini y ya tienes un videoclip del Dr. Dre. Sin embargo la idea que empiezo a ver emerger en su cabeza no me parece tan sólo estúpida, sino suicida.

-         Papá, quiero darte una noticia de última hora: no-eres-negro. Deja de comportarte como tal.-
-         Ay, hijo mío, qué poco sabes del mundo. Ser negro no es sólo un status biológico, es una forma de vida. ¿Crees que todos los hombres que apoyaron a la NAACP en los años 60 eran negros? ¿Crees que todos los rappers son negros? ¿Crees que el hombre negro es el único que conoce del sufrimiento y la discriminación?-
-         No cambies de tema, haz el favor de tirar el maldito bolo e irnos a casa.-
-         No, poli, ahora mismo voy a ir hacia allí y ofrecer a mis hermanos unirse a nuestra partida. Observa el don de gentes de un auténtico “gangsta”.-

Sin media más palabra el reconvertido a cabeza de chorlito, que resulta ser mi padre, coge su bastón y se dirige hacia el grupo de jóvenes de color rompiendo el hielo con una respetuosa y nada denigrante frase introductoria:

-         ¡Qué pasa, mis negratas! ¿Dónde están vuestras zorras blancas[12]?-

Lo que ocurre a continuación es tan doloroso, vergonzoso y calificado para mayores que prefiero que no conozcáis los detalles.

-         Y el rector me echó de la universidad gracias a las artimañas de la profesora Delano. Encima recibí un puñetazo de su marido en el ojo.-
-         Menuda historia, hijo. ¡Perrito!-

Le acerco a mi padre el perrito a la boca y él le da un gran mordisco. Por si os lo preguntáis, mi querido progenitor está con el cuerpo atascado en el fondo de la pista 6 de la bolera, quedando tan sólo su cabeza al descubierto. Tenemos que esperar toda la tarde a que venga el equipo de reparación a sacarlo de ahí, lo cual nos da bastante tiempo para ponernos al día, además de poder acabar un par de perritos cortesía de la casa a modo de disculpa por la espera.

-         ¿Cómo te encuentras, papá? ¿Te duele mucho?-
-         No tanto como cuando golpeé los bolos y me atasqué en la maquinaria. ¡Patata!-

Le acerco unas patatas a la boca. Mientras digiere el alimento, se hace un pequeño silencio entre nosotros.

-         Oye, papá. Yo…-
-         ¿Si?-
-         Todo esto… Todo lo que has hecho y de lo que, desgraciadamente, he sido testigo. Es una farsa, ¿verdad?-

Hace un exagerado gesto de incredulidad al oír mis palabras.

-         Pero qué dices, tron, todo esto…ah, no puedo más.- Su rostro cambia a uno más serio.- Lo siento, Ray. Pero es que pensé que si tenías que ver a tu viejo padre 10 años más tarde, quería que fuera a lo grande. Ya sabes, que resultara ser un tío “guay” y todo eso.-
-         Papá, ¿en qué universo todo lo que has hecho se puede calificar de “guay”? ¿De dónde sacaste esa idea?-
-         De la MTV.-

De repente todo el universo vuelve a tener sentido.

-         Sé que no he sido un padre modelo. Pero verás, Ray, cuando me fui de casa lo hice porque me sentía avergonzado. Me sentía como un hombre que no era capaz de cuidar de su propia familia, que no aportaba nada. Me mataba a trabajar pero siempre conseguía casos pequeños, y ni de broma lograba llegar a la gigantesca nómina de tu madre como inspectora de seguros.-
-         ¿Y por qué llamarme ahora?-
-         Hace poco me han hecho socio del bufete en el que trabajo, tengo más dinero y residencia permanente, lo que hace mi vida más estable y sin sobresaltos. No quería que volvieses a verme si no era con la cabeza bien alta. Pero en vez eso, parece que no he hecho más que empeorar las cosas.-

Debería estar cabreado por el circo que me ha montado desde el primer minuto que le ví, pero no es así.

-         En realidad, papá…- Comienzo no sin antes acercarle el último trozo del perrito que le queda por comer.- me alegro de que lo hayas hecho.

Con mis palabras puedo notar incredulidad en su rostro, por primera vez sincera y no fingida.

-         He pasado los últimos diez años preguntándome por qué te fuiste sin decir nada. Me dio la impresión de que no te importaba nada. La verdad, que hayas montado todo este show sólo para impresionarme es…bueno, impresionante. Demuestra que en realidad te preocupa el cómo yo te vea.-
-         Es cierto, me preocupa. Imagina, llevas 10 años sin ver a tu hijo y quieres causar una buena impresión ¿Qué hacer al respecto?-
-         Y la MTV te dijo: maquéate como un rapper y acuéstate con putas que no lo parezcan.
-         Cuida tu lenguaje, Raymond. Además, no eran prostitutas, eran acompañantes de lujo.-
-         Lo siento, papá. Putas de lujo.-

Me echa una mirada asesina, pero lo deja pasar por esta vez.

-         ¿Estaban fingiendo o de verdad estabas… con ellas?- Pregunto, temiendo la respuesta.
-         Al principio fingiendo, después la cosa se descontroló y Roxanne…-
-         Vale, vale, no necesito saber más.- Sentencio para evitar perder el sueño de por vida.
-         ¿Cuándo te diste cuenta del engaño?-
-         Cuando vi el coche empecé a darle vueltas a muchas cosas, como que me dieras tanto dinero en la carta y mencionaras concienzudamente tu dirección. Aunque, la verdad, lo de Dianne y Roxanne ya me hizo sospechar desde el principio.-
-         ¿Por qué? Soy un buen partido. Es normal que chicas jóvenes se sientan atraídas por mis remilgados encantos.-
-         Papá, no eres mala gente, pero siempre has tenido mucha pinta de “nerd”.-

Se hace un pequeño silencio, como de reflexión.

-         Debería enfadarme, pero no eres el primero que me lo dice.- Menciona contrariado.
-         Si te sirve de consuelo, la ropa que llevas ahora es mil veces peor.-
-         Tomo nota.-

Hace un mes, cuando mi vida se caía a pedazos ante el rector de mi universidad, nunca hubiera creído que resolvería los problemas con mi padre en un restaurante-bolera de un país extranjero mientras este se encontraba atascado en la pista. Supongo que la vida da muchas vueltas.

-         Ray, me alegro de que hayas venido.-
-         Y yo de haber venido, papá.-
-         ¿Te vas a comer tus patatas?-
-         No. Espera, que te las doy.-

Así pasamos el rato hasta que vinieron a desatascar a mi padre de esa maquinaria infernal. Acto seguido, y observando por vez primera la tremenda iluminación nocturna de la plaza de Leicester Square, nos fuimos derechos a casa.

Al llegar a Golders Green mi padre aparca cerca del domicilio y bajamos del coche.

-         Este traje es un horror, me pica en todas partes.- Se queja mientras se rasca de arriba abajo.
-         Espero que no te haya costado muy caro.-
-         9.99 en Kiabi, ¿qué te parece?- Pregunta mientras adopta una desafortunada pose de exhibición.
-         Creo que vale lo que cuesta.-

Justo al llegar al porche de la casa observo una figura sentada en las escaleras que parece estar jugando con un móvil. Ya es de noche y no logro divisar bien la cara.

-         Perdona, ¿te puedo ayudar en algo?- Pregunto con prudencia.
-         Vaya, Ray, ¿no le reconoces?- Espeta sorprendido mi padre.

En cuanto la figura se levanta y la luz callejera ilumina su rostro, me percato.

-         ¡MOSS!-
-         ¡RAY!-

Con quien me he encontrado es con, nada más y nada menos, mi primo Maurice Moss, al que doy un gran abrazo nada más ver. El tipo es el mayor gamer/otaku/geek/nerd que he conocido en mi vida. Siempre nos hemos llevado genial. Es un chico mulato, relativamente alto, que siempre va con una camisa a cuadros y corbata, todo muy vintage, además de un gran par de gafas de pasta. No comparto la teoría de mi subordinado en la Brigada, Álex, pero en este caso el aspecto de Moss es un gran reflejo de su verdadero ser.

-         Os dejo con lo vuestro, yo voy a ir preparando la cena.-

Dicho esto, mi padre se mete en casa y enciende la luz del porche, gracias a la cual puedo ver que Moss ha traído un par de mochilas, bolsas y una maleta con ruedas, todo un logro si tenemos en cuenta que el chico, de mi misma edad, es un auténtico palillo.

-         No te veía desde hace 3 años, cuando me visitaste por última vez.- Suelto para romper el hielo.
-         No te sorprendas tanto, te escribo en tu muro de facebook cada día.-
-         Ya, es sólo que…no esperaba verte, al menos no tan pronto. ¿Te vas a quedar con nosotros?-
-         Sí, en cuanto me enteré de que ibas a pasar un mes aquí, le rogué a mis padres que me dejaran quedarme en Londres en casa del tío David.-
-         No me puedo creer que hayas logrado convencer a tus padres.- Comento, sabiendo lo sobreprotectores que son mis tíos Ernest y Jane.
-         Guarda tu sorpresa para después, Ray. Observa: en esta mochila traigo la Xbox con el kinect, en esta otra la PS3 con el Move, en esa bolsa la Wii junto al Smash Bros, y en el resto Red Bull y aperitivos para celebrar tu llegada por todo lo alto. Y no sólo eso, he traído “Kung fu sion”, “Shaolin Soccer” y “Kung fu Basket” para cuando nos cansemos de jugar ¡Será como en los viejos tiempos!-

Al principio me alegro de todo ello, hasta que recuerdo la norma que he establecido este verano: nada de mujeres, películas ni videojuegos. Estúpida norma.

-         Ya, es que verás, Moss… por motivos que luego te contaré no puedo trastear con mujeres, películas ni videojuegos este verano. Tengo intención de demostrarme a mi mismo que puedo vivir un mes sin nada de eso.-
-         Ah, ¿Entonces qué te parece si vemos un capítulo de “Bobobo[13]”?
-         Bueno, mi  regla no dice nada de series… ¿Sólo un capítulo?-
-         Sólo un capítulo y hacemos otra cosa.-

Ante la propuesta me doy unos segundos para reflexionar. Una reflexión sólo en apariencia, porque ya sé lo que voy a responder.

-         ¡Claro! ¿Qué es lo que peor que puede pasar?-

Esas últimas palabras no dejan de resonar en mi cabeza. De repente, me despierto. Todo el salón está patas arriba, repleto de fritos y latas vacías de Red Bull por todas partes. Estoy sentado en el sofá y Moss está tumbado en mi regazo con las gafas colgando de una oreja y la corbata anudada alrededor de la cabeza. No lleva camisa, sino una camiseta de la serie “los informáticos”[14]. Lo más curioso es que soy yo el que lleva su camisa, me pregunto por qué.

-         Oh, Dios, ¿qué hice ayer?.- Digo con un hilillo de voz, ya que noto que estoy casi afónico y me cuesta hablar.

Miro mi reloj y observo que son las 18:00. En ese mismo momento recuerdo que debo restar una hora por la diferencia horaria con España, por lo que son en realidad las 17:00. Es muy tarde. Antes de preguntarme dónde está mi padre, debo recoger todo este desorden y sacar la basura. Odiaría que pensase que soy un cerdo desde el primer día en que estoy en su casa. Me levanto como puedo colocando a Moss en el otro lado del sofá, notando en ese instante el gran dolor de cabeza que tengo. No es un dolor de cabeza como el de una resaca, sino como si me hubiera dado un gran golpe contra algo o contra alguien. Al tocarme la cabeza noto que tengo algo puesto, una especie de peluca, la cual por vagancia decido no quitarme.

Me dirijo tambaleándome y con los ojos entrecerrados por el sueño a la cocina para coger una bolsa de basura. Cuando me voy restregar los ojos me doy cuenta de que tengo unas gafas de pasta sin graduación puestas encima. No recuerdo tener nada parecido. En serio, ¿qué demonios hice ayer?

Tras un buen rato recogiendo medianamente el salón, con un ritmo realmente lento dado mi penoso estado, cojo las dos bolsas y me arrastro fuera de casa. Hay un cubo justo al borde de la acera, de modo que me dirijo hacia allí, no siendo capaz de divisar nada más que el mencionado objetivo. Tiro las bolsas dentro y, justo en el instante en que empiezo a andar hacia casa de nuevo, alguien choca contra mí haciéndonos caer a ambos. Estoy tan somnoliento y cansado que me tiro un buen rato en el suelo antes de comprender lo que ha pasado.

-         ¿Estás bien? Lo siento muchísimo. Estaba cambiando la canción en el iPod y no miraba por dónde iba.-

Sólo soy capaz de oír su voz, hasta que consigo recomponerme y levantarme encorvado, ya que me duele la espalda por la caída. Lo que veo entonces me deja anonadado: ante mi se muestra una chica que no debe tener menos de 18 ni más de 20 años, embutida en un chándal que le quedaba formidablemente bien y marcaba su voluptuosa figura; se nota que debe ser una persona que entrena con frecuencia. A eso añádele unas facciones faciales suaves, un sedoso pelo negro y unos intensos ojos color miel y entenderéis por qué me dan ganas de proponerle matrimonio ahí mismo.

Saliendo de mi ensimismamiento, le hago una señal para hacerla ver que me encuentro bien, tras lo cual ella expresa su alivio. A continuación, mira en dirección a dónde yo parecía dirigirme: mi casa.

-         ¿Vives aquí?- Me pregunta, curiosa.
-         Eh, si, he venido a pasar las vacaciones con mi padre.- Digo con una voz muy suave, casi de pito, debido al dolor de garganta.
-         Vaya, así que eres el hijo de David. No sabía que tuviese uno. Yo soy Nicole, la chica de al lado.-
-         Sin duda lo eres…- Suelto sin pensar.

Ella hace mueca como de no haber entendido bien.

-         Perdona, quiero decir que… encantado yo soy Ray.- Digo tendiéndola la mano y notando que cada vez me cuesta más hablar.
-         ¿Trey? Encantada.-

Estoy a punto de corregirle mi nombre cuando su teléfono móvil empieza a sonar.

-         Lo siento, Trey, tengo que irme. Vivo aquí al lado, así que llámame si necesitas cualquier cosa. ¡Cheerio![15]-

Intento responder a su despedida pero las palabras no me salen. No por cuelgue, sino por afonía, no penséis que soy tan pardillo. Mientras veo cómo ella contesta al teléfono y se mete en casa sin mirar atrás, me despisto y me precipito al suelo por culpa de una lata que se debió caer de la bolsa. Me levanto rápidamente intentando no perder demasiada dignidad y me pongo rápidamente a cubierto. Qué caída más tonta, debo estar más cansado de lo que creía. No obstante, el haber conocido y tener como vecina a una chica así ya compensa cualquier contratiempo que pudiera sufrir. Sí, sí, ya lo sé. Recuerdo mi regla para estas vacaciones, pero cuando el destino te da una oportunidad tan clara…

-         ¡La madre de…! ¿¡Quién eres tú?!?- Exclamo.

Acabo de mirarme en el espejo que hay nada más entrar en casa. No me he visto con un aspecto más lamentable en toda mi vida, ni siquiera cuando iba al instituto. No sólo es que lleve la horrorosa camisa de Moss, sino que tengo una peluca de pelo casco que me hace parecer Harry Potter, unas gafas de pasta (que encima me hacen orejón) dignas de Steve Urkel (o del propio Moss) y por último, y esto es nuevo, unos retenedores dentales, los cuales deben ser el motivo por el que me cuesta tanto hablar.

¡Nuevo récord! No ha pasado ni un minuto hablando con una mujer hasta haber dilapidado mis posibilidades con ella. No obstante, no parecía muy horrorizada. Si lo piensas detenidamente, hasta me llegó a dar conversación. Debería hablar con Moss; Si es mi vecina la debe conocerla por fuerza, aunque sea sólo por las muchas veces que viene a visitar a mi padre.

En cuanto se me ocurre la idea, salgo disparado hacia el salón para despertar a mi primo.

-         ¡MOS! ¡Arriba!- Grito mientras le meneo el cuerpo desde el hombro.
-         ¡ES UNA TRAMPA!-

Su vocíferante despertar es acompañado de un súbito levantar de cabeza, lo que propicia que choque contra la mía. Ambos nos quedamos unos segundos con las manos en nuestros respectivos cocos intentando disipar el dolor.

-         ¿Otra vez esa pesadilla con el almirante Ackbar?-
-         No debí ver la versión en Blu-Ray de Star Wars. Me perseguirá toda la vida…- Menciona Moss con la respiración entrecortada, síntoma de un mal sueño.

Mientras le doy unos segundos para recuperar el aliento, ponerse bien las gafas, ver mi lamentable aspecto, sentirse orgulloso de mí, desilusionarle al contarle la verdad y relatarle mi encuentro con Nicole, él comprueba su correo electrónico en su iPhone:

-         Ah, Nicole. Es una chica muy amable.- Suelta como el que dice que el cielo es azul.
-         Sí, eso ya lo sé. Pero, ¿qué sabes de ella? ¿Tiene novio?-
-         Ah, Raymond, eso no puedo decírtelo.-
-         ¿Por qué?- Pregunto impaciente.
-         Ah, porque no lo sé. Nunca hablamos de eso. Ya sabes que mi interés por el sexo opuesto se reduce a los videojuegos. Resulta divertido ver las reacciones de los hombres en “World of Warcraft” cuando creas un personaje femenino y les dices…-
-         ¡MOSS! ¡Céntrate!-
-         Ah, vale…-
-         ¡Y deja de decir “ah”!- Grito, tras lo que bufo y me dejo caer en el sofá.

Moss ve mi movimiento derrotado y se queda mirándome.

-         Ah, las mujeres. Suaves y mimosas, pero llevan a los hombres a comportarse como mandriles de la selva amazónica.-

Lo que Moss intenta decirme, con ese estilo suyo tan peculiar, es que no debería de alterarme por una simple chica. En parte, tiene razón.

-         Lo siento, Moss. Pero si pudieras decirme algo más sobre Nicole, sería de agradecer.-
-         Ah, pues… Sé que es medio italiana, vive sola con su madre, le gusta el footing,.. cosa que nunca entenderé, ¿cómo le puede gustar a la gente sudar? Es asqueroso…-
-         Moss…- Digo intentando no perder la paciencia.
-         La última vez que la vi con alguien del sexo opuesto fue con un varón que parecía recién salido del gimnasio, muy fuerte, como esos que me metían en las taquillas en segundo curso.-
-         ¿Alguno más que recuerdes?- Pregunto con la esperanza de una respuesta negativa.
-         No…-

Nunca un “no” me había sabido tan bien, y eso que he oído muchos.

-         Ah, espera. Antes del fortachón, le vi con un varón que iba con una guitarra a la espalda.-

Un fortachón y un músico, tampoco es para tanto.

-         Ah, espera. Antes de eso le vi con un varón que iba vestido de piloto.-

Eso no tiene mucho sentido.

-         ¿Por qué demonios un piloto iba a ir por ahí con ropa de piloto?- Pregunto contrariado.
-         Puede que acabase de bajar del avión.-

Un silencio incómodo se apodera de mí, desde luego esa chica ha salido con gente de categoría.

-         Al menos ya no tiene ningún ex más…- Suelto con ademán cansado.
-         Ah, espera…-
-         ¡He dicho: al menos ya no tiene ningún ex más!-

Moss se queda un rato mirándome con cara neutra.

-         Pero acabo de decirte que sí…- Menciona como si no acabara de entender que no quiero seguir hablando del tema.
-         Anda, cállate un ratito, hermoso, y ve la tele.-

No tengo ganas de darle otro cursillo a Moss sobre empatía, de modo que enciendo la televisión y desvío su atención hacia ella, donde están poniendo una vieja reposición de “Little Britain[16]”.

La tarde pasa sin mayores contratiempos. Mi padre me llama para disculparse y decirme que su bufete le va a tener trabajando casi todo el verano, así que no podría pasar mucho tiempo conmigo. No me molesta mucho, tengo a Moss para hacerme compañía.

Ya es de noche, y Moss y yo seguimos apalancados enfrente de la tele. Ahora están poniendo un episodio de “cosas de casa[17]”. Justo es ese episodio en el que Steve Urkel se transforma en Stephan Urquelle. Eso me lleva al viejo debate que había tenido conmigo mismo en el avión al ver “Hitch”. ¿Qué pasaría si cambiases tu aspecto de nerd a uno a la moda? ¿Qué pasaría si cambiases tu camisa de franela y tus tirantes por un traje? Y no los trajes de pana que se pone Álex, sino un traje bueno de verdad, como los de Hugo Boss o Armani.

Sin embargo es un poco tarde para mí; empecé a vestir bien desde que entrara en la universidad. Me pasé todo el verano de 2009 leyendo revistas de moda para estar un poco al día en ese mundillo, cosa que me quitó tiempo de mis otros hobbies, y retrasó el final de mi partida de “Persona 4”.

Justo entonces, al bajar la cabeza para suspirar con resignación, las veo: la peluca y las gafas de pasta encima de la mesa. Recuerdo el choque accidental con Nicole esta mañana y las pintas que tenía al mirarme al espejo, tras lo cual algo se enciende en mí.

-         ¡EUREKA!- Grito levantándome del sofá.
-         ¿Qué? ¿Has encontrado alguna contradicción?- Pregunta Moss haciendo mención a cierto juego de abogados de la DS.
-         Moss, ¿qué te sugiere esto?-

Me pongo la peluca y las gafas para, a continuación, quitármelas. Lo hago repetidas veces para ver si mi primo capta la idea.

-         ¡Ah, si!-
-         Dime lo que piensas sobre ello.- Le pido, contento de que mi idea se haya entendido.
-         Ah, pues no…- Reconoce Moss bajando la voz.

Le quiero, pero a veces me gustaría darle un bofetón bien fuerte. Me dedico a explicarle la reflexión que había tenido en el avión y que me ha asaltado otra vez, incluyendo el hecho de que…

-         Nicole es la chica perfecta para comprobar mi teoría. Ella me ha visto vestido de Nerd sin conocerme de antes, así que se ha creído que así soy yo. Además, cree que me llamo Trey, no Ray. ¿Me sigues?-

Moss se queda unos segundos callado ponderando la respuesta, para al final soltar...

-         Es como cuando en un foro te creas otra cuenta para poder trolear o dar apoyo a tus propios argumentos, ¿no?-
-         Algo así…- La verdad es que, a pesar de lo rebuscada que resulta, la analogía no es mala del todo.- Me parece que, de hecho, voy a hacerle una visita ahora mismo a mi querida Nicole, pero esta vez en calidad de Ray. Ven conmigo.-

Salgo corriendo del salón, Moss tras de mí, en dirección a la habitación de mi padre.

-         No corras, recuerda mi asma. ¿Y cómo que en calidad de Ray? ¿Vas a ponerte una careta de ti mismo?-
-         ¿Qué? ¡No!- Menudas ideas se le ocurren a veces al amigo.- Me ha visto como un patético Nerd de voz aguda, encorvado y zarrapastroso. Pues bien, me va a volver a ver, pero esta vez, cómo un verdadero seductor.-

Diciendo estas palabras abro el armario de mi padre, repleto de varios trajes y zapatos de marcas lujosas.

-         Sabía que los tendría, ningún abogado de prestigio iría por ahí con trajes sacados de Kiabi.-
-         Entonces, ¿qué vas a hacer?- Pregunta Moss, completamente perdido.

Ahora hecho más de menos que nunca a Rober, él lo hubiese entendido todo desde el principio.

-         Ha conocido a Trey, el hermano Nerd, ahora va a conocer a Ray, el hermano rompe-corazones. La diferencia entre ambos va a ser tan abismal, que se va a enamorar perdidamente de mi sólo por comparación.-

Tras unos segundos en silencio tratando de buscar qué decir al respecto, Moss expresa su opinión:

-         Ah, mujeres. Suaves y mimosas, pero hacen que te inventes hermanos secretos.-
-         No seas coñazo, Moss. Esto sólo puede salir bien. Hice una obra de teatro en 2º de Bachillerato en la que me llevé no sólo la ovación de todo el auditorio, sino también un 10 en la asignatura. Además, no puede ser tan difícil. Si Mark Wahlberg puede actuar, yo también.-

Compruebo las tallas de los trajes. Mi padre y yo medimos lo mismo, ambos somos altos, pero yo poseo algo que él no tiene: músculos. Tras probarme varios, decido enfundarme un traje negro de Armani, unos zapatos negros del mismo color y remato con una camisa color granate. Suerte que en Londres hace un tiempo revuelto en verano que te permite ir tranquilamente con chaqueta si quieres. Así mismo, me acerco a mi habitación para coger mis gafas de sol negras; sé que es de noche, pero preferiría que no me viese los ojos, no vaya a ser que me confunda con mi “hermano” Trey.

A continuación voy al baño, me peino con gomina intentando recordar el peinado que llevaba Matt Gordon en su sesión fotográfica para Gucci y me hecho una de las muchas colonias caras que hay en el aparador. Pensar que mi padre tiene tantas cosas de calidad y pretendía impresionarme con un sombrero morado y un puro…

Ahora, por último, ejercicios vocales frente al espejo. Intento recordar las lecciones de Neil Strauss[18] al respecto y dedico 15 minutos a poner a tono mi voz para hacerla la más irresistible posible. No lo consigo. Da igual, me dedicaré a bajar mi ritmo de habla.

Ya estoy listo. Nicole, allá voy. Bajo a la planta principal con rapidez, fruto de la emoción.

-         Deséame suerte.- Digo a Moss como despedida sin pararme en mi camino.
-         Larga vida y prosperidad.-

Sin apenas escuchar esas palabras, me encamino a la casa de al lado para dar comienzo a la actuación más difícil de mi vida.

Llamo al timbre. Tengo unos segundos antes de que alguien atienda a la llamada para adoptar un lenguaje no verbal acorde a mi personaje, de modo que me apoyo en la pared al lado de la puerta, entrecruzando ligeramente las piernas. Sí, esto debería ser suficientemente “cool” para mi personaje.

En ese mismo instante, se abre la puerta...





[¿Funcionará el absurdo plan de Ray? ¡Descúbrelo el lunes que viene en el capítulo 3!]


[1] Juego de la saga “The legend of Zelda”
[2] Referencia al lema que Will Smith y Martin Lawrence dicen en la película “Dos policías rebeldes”: “Cabalgamos juntos, morimos juntos, rebeldes para siempre”.
[3] Película de Will Smith en la que encarna a Alex Hitchens, o Hitch, contando este sus peripecias como seductor y consejero de citas en la ciudad de Nueva York
[4] Japanese Role Playing Game o videojuego japonés de rol. Un ejemplo del mismo es la conocida saga “Final Fantasy”
[5] Actor Inglés conocido por sus papeles en películas como “Arma Fatal” (“Hot Fuzz”) o “Zombies Party” (“Shaun of the dead”)
[6] “¡Ray, hijo! ¿Qué haces aquí?” A partir de ahora, los diálogos en Inglés serán puestos directamente en Español para hacer las cosas más fáciles.
[7] Persona especializada en el campo científico, hasta el punto que deja de lado otros aspectos de su vida como el social. Suelen caracterizarse por tener un mal aspecto, caracterizado por la falta de músculos y gafas de pasta. Mencionar que esto es sólo un estereotipo.
[8] Don´t go try changin´ a pimp like me, babes. Now, beat it.
[9] Jack Daniels (whiskey) con hielo.
[10] “The hood”, como llaman al barrio en ciertas películas de barrios marginales.
[11] Fo´ Shizzle
[12] Wassap, my niggas! Where are your white bitches at?
[13] Serie de anime caracterizada por la absurdez más absoluta.
[14] The I.T Crowd
[15] Despedida informal usada en Inglaterra.
[16] Programa británico de sketches humorísticos.
[17] O “Family Matters”, sitcom Estadounidense muy conocida, en la que destaca el personaje de Steve Urkel, interpretado por el actor Jaleel White.
[18] Autor de libros de seducción como “El método en 30 días”.

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