lunes, 9 de enero de 2012

La importancia de ser un perdedor. Capítulo 1: I wanna be your lover


-         Y eso es todo. Quiero que sepas que no estoy apelando a tu razón, sino a tu corazón.-

Tras mi elocuente exposición de sentimientos amorosos por Natalia, ella se queda unos segundos callada con la mirada inquieta, como considerando si aceptar o no mi proposición; o eso pensaría alguien menos avezado en el tema. Para alguien como yo, con cuatro rechazos en una semana a sus espaldas, reconocería ese silencio donde fuera: “ahora cómo le digo yo a este que ni en sueños saldría con él”.

Finalmente, ella decide abrir sus acartonados labios:

-         Es que verás, Ray… es que no tenemos nada en común… lo nuestro sería aburrido, ¿entiendes?-

¡Buena excusa! Le pondría un 8 sobre 10: sencilla, directa y lo mejor de todo… ¡suena sincera! Pero ni aún así llega al nivel de la mejor excusa que me han puesto en mi vida, de manos de la exótica Malena. Malena es una de esas chicas que levantan pasiones y, en el caso de los caballeros, algo más. Ya conocéis el tipo, existe una por cada colegio, instituto u oficina: esa tía buena que tiene a todos los tíos babeando en secreto y a todas sus amigas muertas de envidia por su porte y elegancia, por lo que termina siendo la más conocida y odiada del gremio.

Yo, en mi infinita ingenuidad, creí que se rendiría a los pies de un chaval con iniciativa que no se sintiera intimidado por su belleza. Al cabo de un par de semanas flirteando con ella a través de técnicas patentadas sacadas de un conocido blog de seducción, me lancé. Creo que caerme desde un tercer piso a un suelo repleto de alambres de espino escuchando a Matías Prats anunciando ING Direct hubiera resultado menos doloroso. “Es que soy lesbiana”, me dijo ¿Hay defensa contra eso? Es como jugar al escondite con Dios, no se puede ganar. La verdad es que Malena consiguió quitarme de en medio para, al cabo del fin de semana siguiente, comenzar a salir con mi compañero Eduardo ¿Es él más guapo, alto o inteligente que yo? No, pero si algo habíamos aprendido Rober y yo en estos dos años de universidad es que el físico importa poco. No hay más que echar un vistazo la lista de los hombres más “guapos” de España para darse cuenta.

-         Lo entiendo, Nati. Siento haberte puesto en una situación tan incómoda.-

Ella se queda impertérrita unos segundos, como queriendo decir algo antes de marcharse para al final…en efecto, marcharse sin decir nada en ademán nervioso. Yo me dedico a sacar mi “chorbagenda” para tachar el nombre de Natalia de la lista. No os aburriré diciéndoos cuantas páginas de nombres tachados llevo ya…está bien, 3 páginas, pero hablamos de una agenda chiquitita…
La situación empieza a ser tan hilarante como patética. Al menos los exámenes en la universidad han terminado y puedo dar por finalizado este curso.

Salgo del vacío edificio para descubrir el taponado cielo que cubre todo con su grisácea iluminación. Casi lo agradezco. No sé quién asoció los días de desengaño amoroso con los chubascos, pero deberían ponerle un museo, y el 99,1% de los cantautores pagarle derechos de autor.
Así, me encasqueto los auriculares de mi Sony-Ericsson y me dispongo a escuchar la melodramática canción “Endless love”, por Lionel Richie. El sólo título de la canción deja entrever la ironía del amor, ya que según han demostrado recientes estudios incluso un producto tan sobrexplotado como ese tiene fecha de caducidad: 2 años máximo. Para la cuadragésima versión del single deberían adaptarla a los nuevos tiempos y llamarla “Endless love… for two years”. Entre lluvia veraniega y divagaciones varias llego a la boca del metro: saco ticket, meto ticket, cojo ticket, guardo ticket, espero tren, subo tren… ni me doy cuenta de todas estas acciones mientras recuerdo cuándo comencé a coger el transporte público.

Como todas las historias de un hombre que merecen la pena ser contadas, todo comenzó con una chica: Patricia Ramirez. Por aquel entonces Rober y yo estábamos en 3º de la E.S.O y, bueno, servidor no era precisamente la alegría de la huerta. No era sólo porque vistiera con los chándales que me enviaba mi abuela del pueblo, ni porque tuviera un aparato que me desfiguraba la sonrisa, ni porque tuviera tal cantidad de granos que mi cara parecía una pizza pepperoni… sino porque era uno de los tíos más tímidos que se pudieran encontrar. Era tan tímido, que con el sólo pensamiento de preguntar la hora a alguien por la calle me llevaba a sentir una gran ansiedad que se manifestaba en hiperventilación y tembleque de manos, síntomas que se duplicaban si ese “alguien” era del sexo opuesto. Sin embargo, al recordar esa época, siento cierta ternura hacia aquella inocencia en el juego del amor que ya perdí. Precisamente fue Patricia quién me la arrebató.

Hallábame yo en la parada del autobús a inicios de curso para volver a casa mientras leía la Hobby Consolas del mes. Me encontraba emocionado, ya que era la primera vez que mi madre me daba permiso para volver a casa en transporte público.

Estaba inmerso en el reportaje especial sobre el “Zelda: Twilight Princess” cuando, de repente, una voz me asaltó:

-         ¡Hola Ray!- Me espetó Patri con alegría, quedándome yo como petrificado.
-         Ho… hola.- dije tímidamente.
-         ¿Qué lees?-

Le enseñé la revista, ante lo que ella reaccionó con interés. Fue curioso, la mayoría de las tías te miran con desánimo o reticencia, pero ella se interesó de verdad:

-         Vaya…el último videojuego al que jugué fue el Mario 69 o algo así.-
-         ¡64!- Exclamé yo, regodeándome en mi conocimiento videojueguil.-
-         ¡Eso!- Respondió ella mientras sonreía dulcemente enseñando su pequeño aparato dental.

Desde ese mismo instante, me enamoré de ella. ¿Por qué? Porque fue la única chica que se interesó mínimamente en conocerme… y porque estaba buena. Si ella hubiese sido una tía de metro cincuenta con un parche en el ojo y los dientes amarillos no me hubiera colado. En el amor siempre hay algo físico.

Y ahora es cuando empieza a sonar “I´m into something good” de los Herman´s Hermits y se nos ve yendo al cine, dando un paseo por la playa cogidos de la mano a cámara lenta aún estando en Madrid, tumbados en un prado cubierto de verde y despidiéndonos en la puerta de su casa donde le doy un beso con giro de cámara incluido. ¡Cuánto mal ha hecho la industria de Hollywood! La verdad es que lo más romántico que hicimos Patri y yo en todo el trimestre fue jugar a los pulsos chinos en el autobús. No tenía valor para decirle lo que sentía. “¿Cómo hacerlo? ¿Dónde? ¿Y si se estropeaba nuestra amistad?” Esta última pregunta sigue siendo mi favorita y es que a día de hoy no conozco a nadie al que le hayan dejado de hablar sólo por sincerar sus sentimientos a otra persona; la sola idea me parece absurda.

Todo siguió igual entre nosotros hasta que llegaron las navidades. Era sábado y yo estaba terminando de ver con Alice la película “Tienes un e-mail” con los siempre geniales Tom Hanks y Meg Ryan. Era una historia inspiradora: dos personas que por las circunstancias externas deberían odiarse, pero que en el interior se deseaban, que dejan atrás todo su ego y orgullo para estar juntos. Salen los créditos.

-         ¿Estás llorando?- Preguntó Alice.
-         Si, ¿qué pasa? ¿acaso no hacerlo me hará más duro?-
-         Estaría bien para variar, “esmirriaito”-

La ignoré. Seguro que no soy el único al que le emociona la letra de “Over the rainbow” versionada por Harry Nilson. Al terminar la canción de un salto me puse en pie, lleno de determinación adquirida por la obra que acababa de ver.

-         Alice, he sido un tonto mucho tiempo, pero se acabó. Ahora mismo voy a esgrimir mi espada maestra y ver a mi amada princesa Zelda[1].-
-         Si lo que quieres decir es que vas a ver a Patricia para lanzarte de una vez, querido primo, procura salir sin una camiseta que ponga “Born to play”[2].-
-         ¡No seas ridícula! Voy a ir con la de “Star Wars”.-
-         Que te diviertas…- sentenció suspirando.

Y así es como me presenté en la puerta de su casa esa fría tarde de Diciembre, con mi elegante camiseta, mi chaqueta de aviador verde y una rosa de madera en la mano, por la cual tuve que sacrificar el tomo 44 de “One Piece[3]”. A duras penas pude pulsar el timbre de lo nervioso que estaba. Al poco rato salió ella, dejándome estupefacto: iba impecablemente arreglada con un vestido negro, peinada y maquillada como nunca antes la había visto.

Entonces ocurrió. Me arranqué las gafas, los brackets[4] y la ropa dejando ver un tremendo esmoquin. Mi mirada cambió a una más adulta, más confiada; la cogí de la mano y la atraje hacia mí agarrando su avispada cintura.

-         ¡Dale, Barry!-

Barry White salió de detrás de la columna de la que estaba escondido mientras interpretaba “Let the music play”. Nosotros bailamos en perfecta sincronía bajo la luz de la luna, que iluminaba tenuemente el porche.

-         ¡RAY!-

Patri, con su grito, me sacó de mi ensoñación.

-         Te repito que es el cumpleaños de mi hermano, no puedo quedarme mucho tiempo.-

Terminé de despertarme y me decidí a comenzar mi jugada:

-Pat…Patr…Patri…des…-

Estaba sudando a chorros mientras ella me miraba con paciencia. Saqué la chuleta del bolsillo trasero del pantalón:

-         Des…desde los ti…tiempos d…de…-

No podía hacerlo.

-         ¿Lo lees tú, por favor?- Pedí con un hilo de voz.

No dijo nada y cogió el papel. Lo leyó en voz baja moviendo los labios. Yo ya me sabía de memoria lo que ponía, lo escribí a la semana de conocerla: “Desde los tiempos de la antigua Grecia en los que los más grandes y aguerridos guerreros batallaban por sus amadas no ha conocido el mundo un amor tan grande como el que yo te profeso. Ámame u ódiame, pero dame una respuesta, ¡oh amada mía! tu rechazo es un precio pequeño al de la infinita felicidad que supondría el disponer de tu corazón”.

Terminó y esbozó una sonrisa, dejando ver otra vez su pequeño aparato:

-         Ray… es precioso.-

Ese fue el momento más feliz que tuve… hasta que justo en ese momento apareció un chico en silla de ruedas al lado de Patri, dándole una palmada en el trasero.

-         ¿Por qué tardas tanto, nena?-

¡No podía ser!

-         Ray, este es Mario… mi novio.-

¡NO PODÍA SER! “Tienes un email” no acaba con Meg Ryan y un desconocido diciéndole en el parque a Tom Hanks que ya estaba comprometida, ¿he mencionado ya el daño que hace la industria de Hollywood?

-         ¿Tienes… novio?- Pregunté estupefacto.
-         Así es chaval, desde hace un mes.- Interpeló el minusválido.

La rabia me dominó por completo, la visión se me nublaba, me fallaban las piernas, la respiración se me hacía pesada… estaba teniendo mi primer desengaño amoroso.

-         ¿¡¿¡Me tienes tres meses profesándote amor eterno y tú decides salir con el Capitán pata chula!?!? ¡¿¡¿Un producto defectuoso?!?!?
-         Oye, ¿a quién llamas capitán pata chula?- Respondió con furia el chico.
-         ¡A ti, pitaflautas!-

Un inconveniente de ser alto es que la gente baja siempre tendrá tus partes pudendas a tiro y, si es alguien en silla de ruedas, más aún. Y así fue. Me propinó un directo en el paquete.

-         ¡Ay, mis Johnnys!- Susurré casi sin aliento.

Para rematar la faena, resbalé y terminé cayendo escaleras abajo.

-         ¡Ray!- Exclamó Patricia de un grito.
-         ¡Estoy bien! Es que así bajan las escaleras en Shibuya[5]… ¿tienes melcromina?-

Al llegar a casa después de un largo paseo, y tras intentar rembolsar el dinero de la rosa de madera sin éxito, me conecté al Messenger. Me habló Patricia pidiéndome disculpas por lo que había pasado. Añadió a su novio a la conversación para que me pidiera perdón personalmente. Su dirección era "mario69@hotmail.com". Lo que iluminó mi corazón fue lo que, al mismo tiempo, lo fundió: Mario.

El tren pega un frenazo, sacándome de mis viejos recuerdos. He llegado a mi destino. Saco billete, meto billete, recojo billete, guardo billete, subo escaleras y me encamino por fin, tras un largo día, a mi casa. Esta se encuentra en una zona residencial, alejada del mundanal ruido, lo cual es un seguro de tranquilidad pero, al mismo tiempo, una quimera que reduce el número de señoritas sobre las que desplegar mis encantos. En el caso de que tenga alguno. El sol ya ha comenzado a ponerse, dotando de un aspecto anaranjado al distinguido conjunto que se abre ante mí.

Llego a mi chalé, cuya puerta abro con desgana, aunque ávido por refugiarme del mundo exterior. Al entrar puedo a ver en el salón a mis dos personas favoritas jugando al Trivial Pursuit quienes, al verme, ejecutan un “improvisado” saludo:

-         Historia: ¿Cuántas mujeres sucumbieron a los encantos de Ray Williams Gutiérrez el 27 de Mayo de 2011?- Pregunta Alice a Rober mientras con un ojo mira a la carta y con el otro a mi.
-         Ummm… a juzgar por esa cara de perro apaleado, yo diría que cero.- Contesta Rober escrutando mi rostro.

Aquello más que animarme, me saca de mis casillas. Es algo curioso en los hombres, cuando se trata de conquistas de mujeres siempre nos ponemos a la defensiva.

-         Ciencias y naturaleza: ¿Sabéis por qué parte de vuestra anatomía os podéis meter las preguntas?- Repongo yo.

Tiro la mochila al suelo y me dejo caer en el sofá individual al lado del que se encuentran ellos. Ambos no dejan de mirarme como expectantes. Sé lo que quieren. Me saco la “chorbagenda” del bolsillo y se la lanzo, acudiendo ambos a ella como perros a un chuletón.

Cinco días, Cinco rechazos. Debe ser un nuevo récord en el campo de las relaciones afectivas.

-         ¿Natalia también? Pero si la tenías a huevo, sobretodo después de la fiesta de la espuma.- Dice con asombro Rober.

Abril de 2011. Los de clase decidimos ir a la fiesta de la espuma que se celebraba en una de las discotecas de Moncloa. Después de insinuaciones varias durante toda la noche, me dispuse a besar a Natalia mientras sonaba una de las típicas canciones de House tan de moda. La acerqué a mi poco a poco por la cintura, la agarré del cuello y… justo cuando estábamos a un palmo el uno del otro ella me vomitó todo lo engullido a lo largo de la noche justo en mis zapatos. No sé que odié más, si el hecho de tirar mis zapatos nuevos o pasarme otra noche a dos velas. Lo más curioso es que ella vacío, junto a esos restos de pizza, su interés por mi.

-         A mí me lo vas a decir, supongo que interpreté mal las señales.- Argumento débilmente.
-         No me extrañaría. Tú crees que el hecho de que una chica te pida el boli ya es una señal.- Comenta con sorna Alice.
-         Para tu información, éramos diez tíos en clase y me lo pidió a mi, yo creo que era una señal bastante clara.-
-         ¿Dónde está la del boli?- Pregunta Rober revisando la “chorbagenda”.
-         En la página anterior, tercer nombre, Mireya. Pero ese no es el caso.-

Me pongo en pie para enfatizar mi discurso.

-         El caso, señores, es que llevo mucho tiempo intentando encontrar a esa chica especial. Cuando comencé a ver que no la encontraba me dije a mi mismo que saldría con chicas no tan perfectas, más normales. Pero a las normales está claro que no les gusto. Lo que me queda por hacer es…-
-         Masturbarte y pasar a otra cosa.- Espeta Alice mientras reposa la cabeza en el brazo del sofá.
-         ¡Alice! Odio que me interrumpan en medio de un discurso.-
-         No te creas que lo mío con Bea va mejor. Pasamos tanto tiempo juntos que ya no sé ni de qué hablar con ella, aún así ella insiste en quedar más.- Comenta Rober.
-         ¿Cómo puedes decir eso? Esa chica es perfecta para ti.- Respondo con sorpresa.
-         Eso también pensé yo en un principio. Pero empezáis a conoceros más y más y te das cuenta de que, al final, lo único que tenéis en común es vuestra pasión por Bon Jovi. Llevo 3 meses con ella y ya me parecen años, pero ella sigue tan feliz, es como si no se diese cuenta de nada.-

Se hace el silencio, sólo interrumpido por el ruido de la bolsa de Lay´s Vinagreta que Alice se zampa con ademán distraído.

-         Eso es duro, tío. Debe haber algo que puedas hacer, ¿no?-

El silencio de mi viejo amigo Rober me incomoda.

-         ¿Vas a romper con ella?- Pregunto sentándome y mirándole a los ojos.
-         Sería toda una novedad para mi, ¿verdad?-

Hay algo que os debo comentar de Rober: si yo soy un tipo que no consigue chica ni a tiros, Rober no para de recibir ofertas. No es sólo porque sea un tipo atractivo (yo también lo soy y así estoy) sino porque es una de las personas que más misterio sabe crear sobre sí mismo. Al conocer a una mujer es capaz de crear tantas incógnitas, que hasta a mi me entrarían ganas de quedar con él si no lo conociera. Pero él también tiene su cruz: es un chico tremendamente romántico. Esto es una verdadera desgracia para un hombre que las mujeres perciben como amante, pero no como pareja. Y es que este chico rubio de ojos oscuros consigue llevarse las chicas a la cama, pero no consigue ninguna relación después de eso. Lleva siendo así toda su vida. Su primer beso se lo dio a los 10 años su vecina Estefanía que, a los tres días, se mudó sin aviso previo. Eso es lo que conocemos como la maldición “ES”. Su virginidad la perdió a los 14 años con una estudiante de biología de 21 años llamada Sarah en la casa de su abuela en el pueblo. Huelga decir que ella se fue a estudiar a Sevilla al día siguiente y no volvió a saber nada de ella. Eso lo conocemos como la jugada “S”. Es un auténtico playboy con corazón, el cual intenta librarse de su condición. Vaya tragedia, ¿verdad?

-         ¡Bueno vale ya!- De repente Alice se pone en pie con ademán irritado.–¿Podéis dejar de autcompadeceros por un minuto?-

Rober y yo nos miramos extrañados, mientras ella se dirige hacia mí, se pone de rodillas y me coge de las manos.

-         Ray, eres mi primo, te conozco desde que éramos pequeños y te quiero. Un día de estos encontrarás a una chica maravillosa que hará de tu vida una canción de Bryan Adams. Tú simplemente tienes que sentarte a esperarla. No pasa absolutamente nada contigo, puedes estar tranquilo, eres perfecto.-
-         ¿Lo dices en serio, Alice?- Pregunto con cierto ademán de esperanza.

Ella me acaricia la cara para, al final, pellizcarme la nariz con fuerza.

-         ¡Claro que no, cateto! ¿Acaso escuchar tanto “Heaven” te ha comido el cerebro? Por mucho que te empeñes, no existe la chica perfecta. Abre los ojos, por Dios, sólo tienes 20 años, empieza a comportarte como un chico de tu edad. Ahora sólo tienes que preocuparte de que tu pequeño instrumento no se estropee por dejadez. Así que deja de comportarte como “una pequeña rosa frágil al merced de los vientos del amor”.-
-         Oye, que ese poema se llevó la ovación de todo el club de teatro…- Matizo con cuidado.
-         ¡Me da igual! Por Dios, Ray, deja de comportarte como un perro sarnoso desesperado por encontrar a su media naranja y empieza a ser un poco más cabrón. Bondad te sobra por todos lados y la bondad se asocia con debilidad. Con tanta declaración todas las chicas que conoces van a pensar que estás loco.-

Estos ataques de ira de Alice son extraños, pero cuando se producen tiene para todo el mundo. Rober bien lo sabe e intenta escabullirse arrastrándose hacia el cuarto de baño.

-         ¡Y tú! También te conozco desde que éramos pequeños y siempre has estado gimoteando de que las chicas sólo están contigo por tu físico, pero en cuanto conoces a una que quiere conocerte de verdad tú sales corriendo.-
-         No es así, Alice, es que…- Intenta explicar Rober.
-         ¡No te atrevas a replicarme, señorito!-

Durante unos segundos, todo se queda en silencio. Parece que la vena malvada y terriblemente sincera de Alice va remitiendo.

-         Ray, empieza a ver a las chicas no como tu futura mujer, sino como lo que son: compañeras sexuales. Y tú, Rober, como dejes a Bea te terminarás arrepintiendo por haber dejado pasar esta oportunidad.

Dicho esto, coge su chaqueta de cuero del sofá y se dirige a la puerta.

-         ¿No te quedas a cenar, Alice?- Pregunto con la cabeza gacha.
-         Mejor que no, hay demasiadas hormonas flotando en el aire. A este paso terminaremos sincronizando la menstruación.-

Cierra la puerta y se va, dejándonos con la verdad en el aire, deambulando a nuestro alrededor esperando ser aceptada.

-         Tiene razón.- Acepta Rober al cabo de un rato.
-         Siempre la tiene, es lo que más odio de ella.-

Rober se va poco después y yo me quedo en el salón viendo la tele en silencio, meditando cual puede ser mi siguiente paso. Me encuentro tan deprimido que ni siquiera tengo ganas de cenar; además, tendría que preparármela yo, ya que mi madre está de viaje, y no me apetece levantarme del sofá. Ya son las dos de la madrugada y sigo a oscuras enfrente de la tele. Hago zapping entre anuncios de alargamiento de pene y porno suave cuando en Antena 3 sintonizo algo que me levanta el ánimo: están emitiendo la película “Caddyshack”[6]. Me encanta la actuación de Bill Murray en esa película, sobretodo su frase estelar: “Au revoir, topo”. Me incorporo en el sofá emocionado mientras contemplo la película… hasta que llega el minuto 20, en el que aparece la novia del protagonista. Con un gran suspiro cojo el mando y apago la tele. Me hundo en el sofá mientras miro hacia arriba a ninguna parte, como esperando una revelación que caiga del imperceptible techo.

Empiezo a convencerme de que la mujer de mi vida no va a aparecer mágicamente un día por la calle o por una llamada de teléfono. Ese planteamiento es simplemente absurdo, aunque la sociedad me haya educado para creer en ello. Justo entonces, empieza a sonar la melodía “You give love a bad name”[7] en mi móvil; es una llamada desde un número desconocido. Tengo la intuición de que aquella no va a ser una llamada normal.

Amanece un nuevo día. Es sábado y estoy en el salón de Rober echando nuestra partida semanal de “Super Smash Bros. Brawl”, el juego de lucha de la Wii. Escenario: coliseo Pokémon. Contendientes: Yo como Sonic y Rober como Meta Knight. Situación: nos queda una vida a cada uno. Sonic se abalanza como un rayo con forma de pelota hacia Meta Knight mientras este espera pacientemente a que se acerque para, al tenerle lo suficientemente cerca, echarle de un tajo concentrado fuera del escenario. Meta Knight vence.

- ¡Maldita sea, es la tercera vez!- Gruño con frustración. – Voy a prohibirte que uses a Meta Knight, eres un lammer[8].-
- Igual prefieres que juguemos en destino final y sin objetos[9].- Suelta Rober con sarcasmo.
-¿Y qué tiene de divertido eso?-
- Pregúntaselo a los organizadores de torneos.-

Dejo el mando encima de la mesa y me levanto para estirarme.

-         Bueno, ¿me vas a contar esa cosa “flipante” que te pasó anoche? Me cuesta creer que pasara algo en las pocas horas que no nos vimos.- Pregunta Rober, escéptico.

Una vez me acabo de estirar me siento en uno de los sofás cerca de la televisión, mientras recuerdo la extraña llamada de la noche anterior.

Con reticencia descolgué el teléfono. Nunca contesto a números desconocidos, pero había algo que me decía que debía contestar.

-         ¿Diga?- Contesté con tono desconfiado.
-         ¿Eres Raymond Williams?-
-         Sí, ¿quién es?-
-         Una fan tuya.-

Un silencio incómodo se hizo dueño de la conversación.

-         ¿Cómo?- Espeté sorprendido.
-         Soy amiga de Alice, ella me dio tu número. Me ha contado que eres un chico muy atractivo, que las niñatas de tu universidad no saben valorarte. Que te han rechazado muchas.-
-         Eso es muy cierto. Y dime, ¿cómo te llamas?-
-         …María…María Echegaray.- Dijo con precaución.
-         Muy bien, María Echegaray. ¿Cómo es que me llamas desde un número privado?-
-         …. Es que mi padre es juez y nos tiene muy restringidas las llamadas.-

Había algún que otro silencio sospechoso en sus respuestas. Su voz era suave, aunque decididamente la de una chica mayor de edad; no obstante su entonación parecía un poco forzada, intuí que sería por lo raro de la situación.

-         Así que eres amiga de Alice, ¿de qué la conoces?-
-         Somos compañeras de clase.-
-         Entonces conocerás también a Lola.-
-         Si, bueno, la conozco de vista, aunque con la que tengo relación es con Alice.-

No sabía bien cómo continuar la conversación, todo eso me resultaba decididamente extraño.

-         ¿Sigues ahí?- Preguntó con un tono que denotaba necesidad.
-         Si… oye, todo esto no será una broma, ¿verdad? Lo cierto es que nunca me ha pasado nada parecido.-
-         Te aseguro que no, soy una gran fan tuya. ¿No sabes quién soy?-

Aquella pregunta me desconcertó.

-         ¿Cómo voy a saberlo si dices que no te conozco? Porque no te conozco, ¿verdad?-
-         …no. Yo te conozco de fotos. ¿No sabes quién soy?-
-         Por qué no me lo dices.-
-         Averígualo.-

Tras eso, colgó el teléfono. El reloj de mi sony-ericsson marcaba las 2:34. Cavilé sobre el asunto un rato y, a las 2:55, volvió a llamar. Dejé pasar unos 5 segundos antes de cogerlo.

-         No te llamas María Echegaray, Alice me habría hablado de ti. Inténtalo de nuevo.-
-         ….Tienes razón.

Todo aquello empezaba a parecerme una broma de mal gusto.

-         ¿Me vas a decir cómo te llamas de verdad?-
-         …Ana.-

No necesitaba ser el Dr. Lightman de la serie “Miénteme” para darme cuenta de que me estaba colando un bulo… otra vez.

-         Vale Ana, ¿vas a empezar a decirme la verdad? Estoy seguro de que tu padre tampoco es juez.-
-         …No.-
-         ¿Para qué me llamas realmente? ¿Tanto te aburres los sábados por la noche?-
-         No, es sólo que soy fan tuya. ¿Quieres que cree un club de fans tuyos?-

Aquello ya me pareció demasiado, estaba empezando a perder la paciencia.

-         ¿Quién eres en realidad? Estoy a punto de llamar a mi compañía móvil para saberlo.-
-         …Adivínalo.-

Tras esa reiterante invitación, volvió a colgar. A las 3:07 volvió a llamar, con un mensaje que colmaría esa peculiar experiencia.

-         Raymond, esta es una broma de los 40 principales, dale las gracias a tu amiga Alice.-

Me sentí aturdido, por algún motivo no acabé de creérmelo, pero todo lo que pude decir fue:

-         Ah, pues muy divertido. Hasta luego.-

Rober se empapa de cada una de las palabras que conforman esa extravagante historia mientras me mira con gesto atónito.

-         Tío, no creo que existan programas de bromas telefónicas a las tres de la madrugada.- Me comenta escrutando mi rostro, como si intentara adivinar si toda la historia era inventada.
-         No existen, ya lo comprobé por Internet, evidentemente era mentira.-
-         ¿Has hablado con Alice?-
-         Sí, hablé con ella esta mañana a primera hora.-
-         ¿Y qué te dijo?-

En cuanto me hace esta pregunta, recuerdo el momento en que le pregunté a Alice por teléfono si le había pasado mi número a alguna amiga suya. Coged la risa más malévola y desquiciada de algún malvado del cine, sumadla a la risa desquiciada de Kira en “Death Note” y el resultado no se acercará minimamente a la risotada que soltó Alice ante mi pregunta. Fueron los 3 minutos y 12 segundos más largos que he vivido nunca.

-         Me dijo que no recuerda haberle pasado el teléfono a nadie.-
-         Qué raro, ¿alguna idea?- Me pregunta Rober pensativo.
-         Bueno, si esa chica no es amiga de Alice tenemos que deducir que seguramente sea alguna chica de la uni, por eso de que sabe de mis rechazos.-
-         Puede ser, pero por esa regla de tres puede ser amiga de alguna compañera nuestra.-
-         Cierto, pero eso no tiene por qué aumentar las posibilidades. No hay muchas mujeres dispuestas a darme su número de teléfono si no es por motivos de trabajo.-
-         Igual es porque se lo pides a los 5 minutos de conocerlas.-
-         No estamos hablando de eso ahora, Rober. Céntrate.-

Nos quedamos un rato en silencio, pensando en posibles sospechosas.

-         Esto es un trabajo perfecto para la Brigada, pero hasta mañana no nos reunimos, así que le pedí a Alice que se pasara por la tarde para barajar posibles culpables.- Suelto sin pensar.
-         ¿Alice viene por la tarde y no me has dicho nada?- Me pregunta Rober alterado ante mi anuncio.
-         Bueno ¿qué mas da? Esta mañana no podía porque ha quedado con Cecil…-
-         El francés errante.- terminamos al unísono.

Se hace un inesperado silencio entre los dos.

-         ¿Crees que aún piensa en mi?-

Vaya preguntita que me hace mi mejor amigo. Ante ella no puedo sino recordar que, hará cosa de dos años, coincidiendo con la reciente mayoría de edad de mi mejor amigo, Alice y él empezaron a salir juntos. Aún no puedo olvidar cuando llegué a casa después de otra noche desastrosa, consecuencia de varios litros de alcohol, un enano y una piña, y me encontré a Rober y a Alice metiéndose mano en mi precioso sofá color pastel. Alice, que estaba sentada en las rodillas de Rober, fue la primera en verme.

-         Ray… esto no es lo que parece…- Suelta, obviamente sin pensar.
-         No, no, para nada. Estamos… jugando a las payasadas.- Siguió el juego Rober.

La situación era tan rara que no sabía ni cómo proceder.

-         Nunca he acabo de entender las reglas de las payasadas, pero yo diría que mi mejor amigo y mi prima se están succionando la saliva el uno al otro.-

Todo se quedó en silencio durante unos segundos, sólo interrumpidos por el ruido de Alice estirándose la falda hacia abajo.

-         Bueno… os dejo con lo vuestro, yo he tenido una noche bastante mala, así que voy a proceder con mi ritual de los sábados por la noche.- Dije como excusa para quitarme de en medio.
-         ¿Darte placer, llorar y repetir?- Soltó Alice tratando de amenizar la situación.
-         Esta noche he visto a un enano robarle la falda a una chica en plena Gran Vía, así que creo que repetiré más de una vez.-

Toda esa conversación hubiera sido más cómica si todo lo que dije no hubiese sido cierto.

-         Ya os dejo, seguid con lo vuestro. Eso sí, si mancháis el sofá, la tintorería sale de vuestro bolsillo.-

Así, me fui de aquel estrafalario escenario. Aquella noche ni yo les molesté a ellos, ni ellos a mí. Pese al shock que me supuso verles juntos, la verdad es que me alegraba. Además, no puedo negarlo, hacían una pareja estupenda. El sarcasmo de Alice parecía rebotar en Rober y la bondad de este hacia que las puyas de ella fueran menos dolorosas. Era una delicia verles juntos, disfrutaba aún más de su compañía y eran más felices y vitales que nunca.

Lo malo de las relaciones es que, pese a lo bien que se vean desde fuera, tienen sus problemas internos. En ellas se necesita algo más que amor y, no importa lo bien que se lleve una pareja, la más mínima incidencia puede convertirse en una montaña. Algo como olvidarse de la fecha de vuestro aniversario puede ser menos grave que el hecho de olvidar cual es vuestra bebida favorita. Al final todos los fallos se suman, desequilibrando la armonía hasta que, uno de los dos, decide que no merece la pena seguir luchando por la relación.

Siempre es triste ver cómo rompe una pareja, pero lo es más aún cuando sabes que podría salir adelante si una de las partes no fuera tan cabezota ni la otra tan exigente. Y todo se acaba, quedando un profundo vacío que sólo el tiempo y tus amigos, amén de tu hobby favorito, pueden llenar. Lo más curioso es que yo siempre he querido sentirme tan desgraciado como lo fue Rober en aquel momento, es algo que nunca le he admitido.

En cualquier caso, todo eso ocurrió hace un año. Pensé que Rober lo había superado, por eso me extraña esa pregunta tan repentina.

-         ¿Acaso importa? Tu ya los superado, ¿verdad?- Le pregunto mirándole a los ojos.
-         Si, aunque… me gustaría que Alice estuviera con alguien mejor y no con un francés patoso.-

Eso suena a celos, pero no quiero hacer que Rober se sienta mal, así que intento limar asperezas.

-         A pesar de que no nos guste Cecil, trata bien a Alice y ella parece ser feliz a su lado. Si de verdad la queremos, tenemos que apoyarla, nos guste o no el francés errante.-

No hace falta respuesta de Rober, en su rostro veo que sabe que tengo razón. En ese momento, suena el timbre.

- Yo abriré, Rober. Tú recoge un poco todo este lío de mandos.-  

Mientras me dirijo hacia la puerta me pasa por la cabeza que quién llama debe ser el cartero. Abro y…

-Bonjour, mon ami! ¿Cómo estás?- Chilla una voz conocida en cuanto abro la puerta.

Quien aparece ante mí no es ni más ni menos que Cecil, famoso por tres cosas: su timbre de voz extremadamente alegre, su manía de dar dos besos en la mejilla a mujeres y hombres por igual y ser un patoso incorregible capaz de sufrir 10 accidentes diarios. Pese a cualquier defecto que pudiera tener, el chico es extremadamente guapo, tiene cuerpo de adonis y es muy alto. Más alto que yo, de hecho, debe medir unos 2 metros.

Volviendo a la realidad, la costumbre de los besos es justo la que intenta poner en práctica conmigo, a la cual respondo echando la cabeza hacia atrás todo lo que puedo. Como consecuencia de esto, y de su altura, se da tal golpetazo en la cabeza con el marco de la puerta que resuena en toda la casa.

-         Perdona Cecil… es que…. estoy un poco acatarrado. No me perdonaría el pegártelo.- Digo como nominado a peor mentiroso del mundo.
-         ¡No pasa nada, mon ami! ¡Gracias por preocuparte por mi!- Exclama como nominado a mayor ingenuo del mundo mientras se frota la frente herida.
-         Pilla Ray.- Suelta otra voz familiar.

Alice aparece detrás de Cecil y me carga con un montón de bolsas de diversas tiendas de ropa.

-         Yo también me alegro de verte, Alice. Te había dicho que vinieses por la tarde, ¿no?-
-         Bueno y qué importa, querido primo. Ya sabes lo que dicen “tu casa, es mi casa”.-
-         Lo has dicho al revés, zopenca. Además, esta es la casa de Rober.-
-         Se aplica el mismo principio, además no creo que a tu amigo del alma le importe.-

Entre estas cotidianas conversaciones, con Cecil escuchando detrás de nosotros, llegamos los tres al salón donde nos espera Rober quién, enfundado en su jocoso pijama de vacas tenistas, se queda de piedra al ver la inesperada visita, mirando alternamente a los dos invitados. Alice se queda tan extrañada de su perplejidad como cualquiera de nosotros.

-         ¿Pasa algo, tío? Parece que hayas visto un fantasma.- Digo yo tratando de que salga de su extraña ensoñación.
-         O a un mal estilista.- Suelta Alice mirando atentamente su atuendo.
-         ¡Bonjour, Roberto!-

Cecil sale de detrás de nosotros y se dirige hacia Rober para aplicarle su besucona costumbre.

-         Oh, perdona Cecil, me llaman por el móvil.- Dice cogiendo raudamente el móvil de encima de la mesa.

El quiebro de Rober provoca que Cecil tropiece y caiga al suelo.

-         No oigo nada. Lo debes tener en silence, n´est-ce pas?- Apunta nuestro francés favorito desde el suelo.

Rober apenas puede oír las palabras de Cecil, ya que se dirige rápidamente hacia los dormitorios. No soy capaz de entender su comportamiento, simplemente pongo las bolsas en el suelo al lado del abatido francés errante y sigo a mi viejo amigo. Lo encuentro en su habitación, sentado encima de la cama con aspecto pensativo.
Instintivamente cierro la puerta, me da la impresión de que esto va a ser una conversación tan longeva como confidencial.

-         Al final resulta que Rober aún no ha superado lo vuestro. Ha pasado justo un año desde que rompisteis y no para de darle vueltas. Empiezo a pensar que es uno de los motivos por los que Bea ha dejado de interesarle.-
-         Siempre has sido estupendo guardando secretos, Raymond.-
-         ¡Me has amenazado con cortarle la cabeza a Don Pelucho-Peluchín! Además no te lo hubiera contado si no fuera porque creo que puede ayudaros. En serio, ¿has venido a casa a despertarme o a extorsionarme para que te contase lo que querías?-
-         Un poco de las dos. La tía María me tiene dicho que te eche un ojo las veces que está de viaje, y con razón.-
-         Oye, que es una de las pocas ocasiones en las que me he dormido. Mamá lo decía en broma, al fin y al cabo sólo eres dos años mayor que yo.-

Por fin es lunes. Alice y yo caminamos hacia la universidad en este día tan soleado. El aire es tan cálido que parece mentira que el fin de semana hubiese llovido. Dando vueltas a toda la conversación que tuve con Rober no pude dormir, realmente mi amigo tenía la cabeza hecha un lío. Estuvimos hablando tanto tiempo que, para cuando volvimos al salón, Alice y su patoso novio ya se habían ido, aunque no sin antes haber atracado la nevera a placer. El resto del domingo lo pasé redactando el boletín de noticias de la Brigada y preparando la reunión que hoy tiene lugar. Por desgracia me quedé hasta tan tarde que se me olvidó poner el despertador en hora, ocurriendo lo inevitable. Me hubiera perdido toda la reunión si no fuera porque Alice vino a despertarme. Aún así el sueño tiene invadido cada fibra de mi ser, haciéndome sentir torpe y lento.

-         Espero que esa estúpida reunión no se alargue mucho, tengo que hacer muchas cosas hoy aparte de oírte lloriquear por una llamada a media noche.- Suelta Alice de repente.
-         ¿Acaso tienes que criticar todo lo que hago? Además, ¿para qué sigues viniendo? ¡Si no te gusta puedes dejarlo cuando quieras!- Suelto enfadado mientras dejo de caminar.

Ambos nos quedamos ahí de pie, en silencio, sin mirarnos, como si un gran muro se hubiera levantado entre nosotros. Debe ser que estoy medio dormido, porque no suelo perder el temple de esa manera ante los comentarios de Alice; en mi defensa tengo que decir que está hablando de mi Brigada, una de las cosas en mi vida de las que estoy más orgulloso, y soy bastante susceptible con el tema. Pero, pensándolo bien, ella me ayudó a montarla y, además, fue tan generosa de unirse cuando la dije que necesitaba que fuésemos 5 miembros. Alice ladra mucho, pero es de esas personas que siempre están ahí cuando más las necesitas.

No me gusta comportarme como un desagradecido, de modo que la quiero pedir disculpas.

-         Alice, lo s…-
-         Yo también.- Dice de improviso sin apartar la mirada del cielo.- Yo también le echo de menos.-

Esa respuesta por su parte me deja atónito, haciendo que instintivamente la mire y me quede con la boca abierta.

-         Quiero realmente a Roberto. Nunca he sentido algo así por nadie. De hecho, si salgo con Cecil, es porque me recuerda a él en cierta manera. Antes de pasar por lo de Rober, jamás me habría fijado en alguien como él.-

Que Alice abra su corazón es un fenómeno muy extraño, casi tanto como que nieve en Madrid, y sólo suele pasar un par de veces al año. Lo más curioso de todo es que lo hace cuando menos te lo esperas o cuando no tiene relación alguna con el tema. Es como si le costase prepararse para soltarlo todo. Ante lo que me confiesa esta vez, siento la tentación de preguntarle “Entonces, ¿Cuál es el problema?”.

-         A veces quieres mucho a alguien, pero sabes que juntos sólo os terminaréis haciendo daño. Ray, cuando seas mayor lo entenderás.-
Y dale, ¡que sólo me sacas dos años! No obstante no digo nada, no soy capaz de hacerlo, me siento como un lerdo por ello, pero… yo nunca he sentido algo parecido. Nunca he tenido una relación en la haya querido tanto a la chica como para saber cuánto debe costar el sacrificar tu propia felicidad por la suya. Me gustaría saberlo, de verdad, pero aún no ha llegado mi momento.

-         Como digas algo de esto a Rober, tendrás que comprarle una silla de ruedas a Don Pelucho-Peluchín, ¿Capisce?- Dice guiñando un ojo y reemprendiendo la marcha.
-         ¡Oye! Tienes que dejar de usar a mi amigo de la infancia como rehén. En serio, no tiene gracia-

Alice es una de esas mujeres fuertes e independientes que nunca permitirán que veas en ellas un ápice de debilidad. De hecho, en su vida, sólo se ha abierto con dos personas: esos somos Rober y yo. A veces me pregunto si el hecho de mostrarse vulnerable con otra persona aparte de mí tuvo algo que ver con el fin de su relación.

Entre conversaciones mundanas al final llegamos al despacho número 6 de la secretaría de la universidad, donde ya nos están esperando los demás miembros de la Brigada. Es una suerte que uno de nuestros miembros, Álex, sea becario de universidad. Gracias a ello pudimos acceder a las llaves de las habitaciones de secretaría, las cuales se suelen usar como sales de reuniones por los empleados, de modo que usamos la sala que nunca se utiliza. Al entrar saludo a todos de forma genérica y me quedo de pie en la cabecera de la larga mesa del centro, dispuesto a comenzar:

-         ¡Buenos días y bienvenidos a la 162º reunión de la Brigada S.O.S[10]!-

Mientras comienzo mi arenga, echo un vistazo a los miembros del grupo para comprobar asistencia. A mi derecha se encuentra el número 2, que es Rober. Al lado de Rober se encuentra Alice, quién en su típica costumbre en las reuniones de la Brigada, se encuentra “texteando” masivamente con su Blackberry. A veces me da por preguntarme con quién se escribe tantos mensajes. A mi izquierda se encuentra Álex, ataviado como siempre con un traje, aunque sin corbata esta vez. La filosofía de Álex es que la vestimenta de una persona es un reflejo de su verdadero ser. Yo diría que más bien lleva traje porque es un auténtico fan de “Cómo conocí a vuestra madre”, aunque cada vez que lo mencionamos se nos tira al cuello, así que casi mejor no decirle nada. Por último, al lado de Álex, se encuentra el último miembro de la Brigada: Lin. Lin es una chica de origen chino estudiante de economía, realmente inteligente y obstinada, tanto como para haber venido a estudiar a un país extranjero bastante lejos de su patria. Aunque no tenga nada que ver con la suya propia, le encanta la cultura Japonesa. Tampoco puedo decir que sea muy raro, mi padre es británico y la verdad es que su cultura me la trae al pairo, aunque supongo que el hecho de no haberle visto apenas desde que se divorciara de mi madre tiene algo que ver. En cualquier caso, desde que oyéramos a Lin hablar con esa forma tan peculiar en una asignatura optativa, deseamos hablar con ella. Al conocerla mejor, nos dimos cuenta de que tenía los mismos gustos que nosotros, por lo que la invitamos a unirse a la Brigada, propuesta que aceptó encantada, muy a pesar de Alice.

En fin, puedo comprobar que todos han venido a la reunión a pesar de que ya hemos acabado clases y exámenes, de modo que puedo regodearme de mi capacidad de unir a las masas cual Ghandi.

-         Lamento muchísimo haber llegado tarde. Por desgracia, nuestra reunión será breve, ya  que he quedado en breve con la profesora come-hombres para ver si me sube la nota de un 4,9 a un 5.-
-         Pff, buena suerte.- dice desesperanzado Álex.- A esa mujer la tememos incluso los hombres que trabajamos en secretaría.-
-         ¿Quién ser esa mujer cofre-hombre?- Pregunta con curiosidad Lin.
-         COME-HOMBRES, tapón. ¿No lo entiendes porque eres extranjera o porque eres dura de oído?- Suelta Alice buscando pelea.
-         Yo ser extranjera, pero saber decir “zorra” en todos los idiomas, perra.- Responde mientras saca el dedo despectivo.
-         ¿Cómo has dicho, zampa-arroz?- Grita Alice levantándose de la silla.
-         ¡Lo que tu oír, tortillera!- Replica Lin haciendo lo propio.

Y así comienza otra pelea verbal. Que Alice y Lin se enzarcen es un evento que ocurre, por lo menos, en dos ocasiones en cada reunión. No obstante, hace poco he dado con la fórmula definitiva para acabar con sus pueriles disputas.

-         ¡SE ACABÓ!- Grito por encima de ellas.- No consentiré más peleas entre miembros de mi Brigada. Rober, apunta.-

Rober, como secretario de la brigada, es el encargado de redactar el acta de las reuniones, así como copiar todas las resoluciones que yo dictase.

-         Nueva norma que será añadida al apartado de sanciones de los estatutos de la Brigada S.O.S de Madrid: cuando algún miembro acumule tres sanciones por falta de respecto hacia otro miembro, será penado con el visionado de la película “Dragon Ball Evolution[11]” con comentarios del director.-

En cuanto acabo la frase, hay un aluvión de protestas. Comentarios del tipo “Oh, dios mío”, “te has pasado”, “demasiado cruel”, “maldito Hitler” flotan en el aire. No me importa, a tiempos desesperados medidas desesperadas.

-         Por esta vez no os pondré sanción, pero avisadas quedáis.- Sentencio.
-         ¡Tú no poder hacer eso! ¡No tener autoridad!- Grita Lin en protesta.
-         Lo volveré a explicar una vez más para quién no se haya leído los Estatutos. Los acuerdos son aprobados si los apoyan a favor el 50% de los votos totales y el voto del presidente, o sea yo, vale el 51%. Recordad que soy el presidente porque durante el verano de 2009 en aquel desaparecido foro de rol de Star Wars, se realizó una Battle Royale[12] en el planeta Mustafar en el que el bravo “Lancelot_90” se alzó con la victoria en esa última batalla contra “Darth Syphilis”, cortándole la mano y echándole a la lava frente a la mira atónita de todos los foreros. Por eso soy vuestro rey…digo Presidente, ¿o acaso habéis olvidado vuestra historia?-
-         Ya, sólo ganaste porque saqué un 3. Si llego a sacar un 5, otro gallo cantaría.- Dice Rober cruzándose de brazos ante el amargo recuerdo de su derrota.
-         Vives en el pasado, tío, al menos eres segundo de abordo. En cualquier caso, no más peleas, ¿entendido?- Pregunto mirando tanto a Alice como a Lin.

Dejo que pasen unos segundos para que el ambiente se calme antes de continuar.

-         En respuesta a tu pregunta, Lin, la Come-hombres es la profesora que nos da “Responsabilidad periodística”. Su mote se debe al profundo odio que profesa al sexo opuesto. Si le preguntas a cualquier alumno suyo, te confirmará que o bien le ha suspendido o bien le ha puesto muy baja nota. Ha habido varias quejas sobre ella, pero como resulta ser una periodista de cierto éxito, la universidad no ha hecho nada al respecto.-
-         Ya has puesto al día a la hija de Mao Tse Tung, ahora vamos a centrarnos a lo que hemos venido.- Suelta Alice mientras sigue tecleando con su blackberry como si tal cosa.
-         Hija de Ana Obregón tener razón, escupir ya lo que tu querer hablar.- Responde Lin tan indiferente como Alice.-

Al ver que mis amenazas previas han caído en saco roto, cierro un par de segundos los ojos mientras respiro hondo para relajarme antes de seguir.

-         Como escribí en el boletín semanal, la reunión de hoy versará sobre la extraña llamada que recibí este sábado por la noche. Tenemos que averiguar quién la realizó. Sé que las opciones son amplias, pero estoy seguro de que nosotros 5, con nuestra astucia, seremos capaces de llegar a una conclusión lógica. Rober, ¡la pizarra!- Requiero esgrimiendo un rotulador azul.

Rober trae la pizarra con ruedas que tomamos prestada de la sociedad de debate y la prepara para la lluvia de ideas que, por seguro, desvelará la identidad de la misteriosa chica del teléfono. 45 minutos y una pila de papeles en el suelo más tarde, tenemos la respuesta.

-         ¡Nada! ¡No tenemos nada! ¿Cómo es posible?- Exclamo frustrado.

Viendo el grado de interés de mi Brigada, no me extrañan los resultados: Alice sigue enganchada al móvil, Rober la mira de soslayo, Lin está dividiendo su atención entre nosotros y un tratado sobre economía y Álex, que es el único que ayuda activamente, da ideas de lo más absurdas.

-         ¡CHICOS!- Exclamo de nuevo tratando de recuperar la atención de mi brigada. – Esto es increíble. Yo soluciono todos vuestros problemas, pero por una vez que necesito vuestra ayuda ¿no vais a hacerme ni caso?-

De repente toda la estancia es engullida por el silencio, sólo interrumpido por el sonido de Alice tecleando en su dichoso aparatito.

-         ¡ALICE!-
-         ¿Qué?- Suelta como quién educadamente no se ha dado cuenta de que le estaban hablando.- Has dicho “chicos” y he dado por supuesto que…-
Sin darle tiempo a seguir con sus tonterías, me acerco a ella y la quito el móvil. Para mi sorpresa, ella no ofrece resistencia.

-         Rober, ¿quién pasó todo el día de ayer escuchando tus problemas? Álex, ¿quién consiguió que Johanna, una devota cristiana, saliese con un declarado ateo como tú? Lin, ¿quién llevó a tu abuela, quién no entiende una sola palabra de castellano, a ver el musical CATS sólo porque tú tenías examen al día siguiente y no podías llevarla? Alice, ¿Quién te cubre las espaldas ante la familia cada vez que la pifias, como cuando en el cumpleaños de la prima Esther vomitaste en la cola de su vestido? Después de todo eso, ¿no podéis ni centraros por una vez para ayudarme? ¿Acaso es mucho pedir?-

Nadie se atreve ni a respirar, me da la impresión de que me he pasado. Al fin y al cabo todo lo que he puesto como ejemplos lo hicimos juntos como Brigada, no lo hice yo solo. No obstante, como líder, he de mantenerme firme.

-         Mirad, olvidadlo, tengo que ir a ver a la come-hombres. No os olvidéis del picnic de la Brigada de este fin de semana.-

Dicho esto recojo mi mochila y me voy de la habitación en dirección al despacho 7 del edificio de enfrente, donde me espera la única mujer que es capaz de hacerme llorar: la profesora Delano.

Llamo a la puerta. Sé perfectamente lo que me espera al entrar: un despacho lúgubre y una mujer con mirada asesina que no atiende a razones de por qué, a pesar de haber ido a clase todos los días y entregar todos los trabajos, me va a suspender la asignatura por 0.1. Supongo que tendré que usar la excusa de la operación de circuncisión, cosa que me da rabia porque la reservaba para el último curso.

Oigo decir “pase”, abro la puerta y lo que me encuentro es muy distinto a lo que tenía en mente:

-         Hola, Raymond, gracias por venir.-

Hay tantas cosas en esta escena que me descolocan que no sé ni por dónde empezar: las persianas están totalmente bajadas, la única iluminación en el despacho procede de unas velas perfumadas que huelen a lavanda…no, a frambuesa. La profesora está sentada encima de la mesa con las piernas cruzadas, vestida con una falda negra y una camisa blanca con unos cuantos botones desabrochados, los cuales dejan ver de forma insinuante su escote. Me siento bloqueado, no sé ni lo que hacer ni qué decir.

-         Disculpe, profesora, ¿vengo en mal momento?-
-         Llegas justo a tiempo.- Su voz es suave e insinuante.

Según dice estas palabras se acerca a mí, me empuja dentro del despacho y cierra la puerta.

-         Venías a discutir la nota final, ¿no es así?-

Se acerca a la mesa contoneándose y coge un papel.

-         Aquí tengo tus calificaciones. No sé qué hacer contigo, ¿tú que harías si fueses el profesor?-

Me tiende el papel. Estiro el brazo para cogerlo, pero ella lo tiene firmemente cogido y no lo suelta.

-         No importa lo que ponga en el papel, yo tengo potestad para cambiarlo. Eres un chico muy listo, deberías saber a qué me refiero. Un chico listo, alto, de piel blanquecina, fuerte, con ojos color miel, pelo suave con aroma dulzón…

Al terminar de olisquearme el pelo, deja de lado los preámbulos y poco a poco se acerca a mí para, al final, empezar a besarme con la fuerza succionadora de una aspiradora. Hago todo lo que puedo para quitármela de encima, pero no soy capaz de hacerlo sin hacerla daño. Al final consigo agarrarla por los hombros pero, cuando lo hago, sin querer miro a su escote. La verdad es que para ser una mujer de casi 50 años tiene una bonita talla 100. Quizás debería… ¿Pero en qué estoy pensando? Pasé exactamente por lo mismo esta mañana con la tetera.

Mientras trato de salir con dignidad de esta situación, me doy cuenta de lo frágiles que somos ante las tentaciones cuando estamos en período de abstinencia, ya sea por una profesora insatisfecha sexualmente, una novia cristiana cuya fe no la permite intimar más o una chica que te recordaba a la novia que más has amado.

Sin embargo, y pese a llevar en dique seco una temporada, consigo recomponerme y ser fiel a mi mismo. Me recuerdo que soy un buen chico, y un buen chico jamás haría lo que esta profesora pretende que yo le haga.

-         Profesora, ya está bien, aparte.- Exijo empujándola para que no se acerque más.
-         Llámame Dolores, Ray.-
-         Por favor…espere, ¿Dolores? ¿Su nombre es Dolores Delano?-
-         ¿Acaso no es delicioso? Hagamos que mi nombre tenga una razón de ser.-
-         ¡No! ¡Ya está bien!-

Finalmente la empujo con fuerza y ella choca contra la mesa.

-         ¿Qué la pasa? ¡Usted es profesora, por amor de Dios! Su trabajo es enseñarme los entresijos del periodismo, no las de sus… cavidades íntimas.

Mientras hablo voy apagando las velas y abro la persiana, iluminándose la estancia con una fuerza que me hace entrecerrar los ojos. La come-hombres se vuelve a acercar a mí de forma insinuante.

-         Sin embargo, los alumnos podéis enseñar un par de cosas a las profesoras. Estoy dispuesta a tragarme todo lo que tengas que ofrecerme.-
-         ¡Cállese, ya basta, no quiero oír esas cosas de usted!

La aparto forcejeando usando la mesa como tope.

-         Llevo mucho tiempo esperando esto, hasta el punto de que he tenido que suspenderte para que vengas a verme. He estado nerviosa todo el fin de semana, incluso llegué a llamarte.-
-         ¿¡¿¡¿Fue usted?!?!?-

De la sorpresa pierdo el equilibrio y caigo al suelo, llevándome a la profesora en el proceso. Justo cuando estoy pensando en aprovechar y salir corriendo de allí, me doy cuenta de que hay alguien en la puerta. Es un guarda de seguridad. ¿Por qué me mira así? De repente me doy cuenta: estoy a cuatro patas encima de la profesora, mientras ella respira con fuerza con el pecho al descubierto. He debido de arrancarle la camisa al caer al suelo. En cuanto la profesora se da cuenta de que estoy mirando atónito a la puerta, comienza su, por otro lado, previsible actuación.

-         ¡No, Señor Williams! ¡Contrólese!- Fiel a su papel, se gira para mirar al guarda de la puerta.- Oh, seguridad ¡por favor, ayúdeme!-

Estoy perdido, nadie va a creerme. Siento como si perdiese el conocimiento. Empiezo a verlo todo blanco. No soy capaz de ver ni de oír nada.

-…gracias a Dios que el guarda comprobaba en ese momento que los despachos estaban cerrados y se encontró con la agresión, porque me pone enfermo el pensar que gente como usted pueda deambular libre. No obstante, la profesora Delano ha expresado su deseo de no formular denuncia contra usted, de manera que no dependerá de nosotros que sea perseguido por lo penal. Sin embargo no crea que sus actos quedarán impunes. Ray Williams Gutiérrez, queda usted expulsado de esta universidad de forma permanente, no pudiendo volver a ser admitido bajo ningún concepto. Que así conste en esta fecha 20 de Junio de 2011. La resolución le será enviada por escrito en el plazo de 10 a 15 días. Fin de la reunión.-

Con esas palabras el anciano rector acaba con mi futuro académico en esta universidad. Ha pasado justo un mes desde el incidente, pero para mi es como si hubiera saltado temporalmente desde ese momento a este sin ningún acontecimiento entremedias. Al salir al pasillo del aula magna me encuentro con los miembros de mi Brigada y con mi madre, todos con cara de estar en un velatorio.

-         Lo siento, cariño, siento que no pueda hacer nada para ayudarte.-
-         No te preocupes, mamá. Que me creas y estés aquí es más que suficiente. En realidad, os lo agradezco a todos.- Digo mirando a los que están ahí para apoyarme.
-         Para eso estamos, tío.- Suelta Rober.
-         Has aguantado bien a la come-hombres.- Añade Álex.
-         Un asco ser que a ti no creer.- Termina Lin.

En ese momento aparece Alice.

-         ¿Dónde estabas, Alicia?- Pregunta mi madre.
-         Haciendo justicia.-
-         ¿Qué hacer tú esta vez, pendón?- Pregunta Lin sin dejar pasar la oportunidad para meterse con Alice.
-         Nada del otro mundo, ojo de pez. Solo os diré que la profesora Delano va a tener que usar el transporte público para volver a casa.- Dice mientras me guiña un ojo y se guarda un plátano en el bolso.

No tendría ni idea de qué ha hecho sino fuese porque la noche anterior estuvimos viendo una maratón de “Superdetective en Hollywood”[13].

Cada uno en su propia línea intenta animarme. La verdad es que el hecho de que la gente que más quiero esté conmigo en estos momentos tan difíciles me alivia mucho la carga. Al menos tengo que verlo desde el lado positivo, las cosas no pueden ir a peor.

De repente siento unos golpecitos en el hombro, por lo que me doy la vuelta.

-         ¿Qué tal si te tragas esto que yo te ofrezco?-

Sin mediar más palabra, el marido de Dolores Delano me propicia un directo en toda la cara.

Y, chicos, esta es la historia de cómo le dije adiós a mi primera universidad y a los guiños con el ojo izquierdo.




[La historia de Ray no ha hecho más que comenzar. ¡No os perdáis el Capítulo 2 el lunes siguiente!]


[1] Referencia a la famosa saga de videojuegos “The Legend of Zelda”. En ella el protagonista, Link, blande una espada legendaria conocida como espada maestra y, en casi todos los juegos, salva a la princesa Zelda, por lo que se insinúa cierta relación entre ellos.
[2] Nacido para jugar.
[3] Manga (o comic de dibujitos chinos para los profanos) sobre un estrafalario grupo de piratas que buscan obtener el tesoro llamado “One Piece”.
[4] O aparato de corrección dental.
[5] Conocido barrio de la ciudad de Tokio, Japón.
[6] En España llamada “El club de los chalados”
[7] Famosa canción de Bon Jovi
[8] Dentro del mundo gamer, o de los videojuegos, persona que repite un movimiento poderoso una y otra vez para asegurarse la victoria.
[9] Destino final es un escenario del juego caracterizado por su simplicidad, ya que no contiene nada más que una plataforma en la que los contendientes luchan. Los objetos, por su parte, ayudan al jugador a lo largo de la partida, por lo que jugar sin ellos implica confiar la victoria en las habilidades propias.
[10] Homenaje a la Brigada “Salvar al mundO con una Sobredosis de diversión” de la popular novela/anime/manga “La melancolía de Haruhi Suzumiya”
[11] Adaptación cinematográfica con personajes reales del popular manga/anime “Dragon Ball”, considerada por crítica y público como una de las peores adaptaciones jamás creadas.
[12] Lucha a muerte.
[13] Famosa trilogía de películas protagonizadas por Eddie Murphy. Se hace alusión a la primera película, en la que Axel Foley, el protagonista, mete plátanos en el tubo de escape de unos policías para estropear el coche y evitar que le sigan.

1 comentario:

  1. He vivido la historia, como toda buena historia tiene que conseguir.

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