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-Las
nubes son blancas.- Susurro para mis adentros.
Salto con todas mis fuerzas desde la plataforma hacia el bosque de nubes
que abajo se muestra en toda su blanca abundancia. Cuanto más caigo, mayor es
la velocidad, mayor es la sensación de ser cortada en la piel con diminutas
estacas de aire, mayor es la sensación de vértigo, mayor es mi miedo de que mis
alas no se abran a tiempo.
Me concentro con todas mis fuerzas en la sensación de cosquilleo en mi
espalda, en desplegar mi potencial oculto, en olvidar la sensación de vahído
que arremete contra mis sentidos.
Al final, mi cuerpo se rinde, y del radiante azul que puebla el cielo, paso
a la oscuridad más sombría.
Poco a poco mis párpados se levantan, no sin esfuerzo, mostrándome mis ojos
un paisaje inquietante: el fondo de un oscuro barranco, con las ramas de los
árboles tapando el cielo de forma tal que tan sólo unos pequeños rayos iluminan
ligeramente el escenario. El frío envuelve mi cuerpo, ayudado por la capa de
barro que cubre mi espalda, haciéndome sentir peor por haber fallado en mi
intento, tal y como creía que pasaría.
De repente, unos pasos me sobresaltan, levantándome de golpe cual muelle
del suelo sobre mi trasero. El origen del sonido es nada menos que un burro de
tonalidades oscuras, el cual me mira fijamente, a la par que despliega una
sonrisa enorme. “Los burros no saben sonreír”, me digo a mi misma; no obstante,
ahí está, mostrando sus dientes, una sonrisa que, por algún motivo, encuentro
sarcástica.
El burro sigue mirándome sonriente. No me siento bien. En mis oídos un
sonido chirriante no para de aumentar su intensidad hasta que…
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-¡SEVEN!-
…
El grito provoca que Seven abra los ojos súbitamente, reuniéndola cara a
cara con el brillante sol, ante el cual entrecierra la vista, a la par que
siente una oleada de desconcierto por la repentina transición del universo de
Morfeo al real, descubriendo que se encuentra apoyada contra el tronco de un
árbol, al cual acudió en busca de un ligero descanso.
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-¡Te
encontré, Seven!-
El origen de la voz, una pequeña niña de 7 años, abraza a la recién
levantada con todas sus fuerzas a la vez que esta hacía por levantarse,
empotrándola de nuevo contra el tronco del árbol por su ligero peso.
- -
Nía,
me estás aplastando…- musita Seven debido al peso de la infante.
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-Ten
cuidado, Nía, Seven es tan delgada y tiene tan poca fuerza que hasta una paloma
la aplastaría.- Menciona la voz de un chico joven, el cual se aproxima al árbol
donde transcurre la conversación.
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-Lienh…-
Suspira Seven con desgana ante la perspectiva de aguantar otra lenta “batalla
de ingenio” contra su hermano menor.
“UNO”, piensa Seven para sí.
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-La
verdad es que es vergonzoso tener a una hermana con una pinta así, con el pelo
amarillo pollo y mechas rojas. Si no fuera porque mamá me lo confirmó, no me
creería que es tu color natural.- Ríe el escuálido joven, ya posicionado
enfrente del árbol.
“DOS”, continúa.
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-Y
hablando de tu cabezón, tampoco es que tengas mucho ahí dentro, de no ser por
mí habrías llegado tarde hasta a tu propia ceremonia…-
“TRES”, finiquita.
¡ZONK!
En un abrir y cerrar de ojos, la escena cambia, con una Seven en pie con el
puño levantado, Lienh en el suelo inconsciente, y una Nía aún en el tronco del
árbol preguntándose qué ha pasado debido a la celeridad de la escena.
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-¿Por
qué no te echas una siesta, hermanito, pareces muy cansado.-
Tras su contundente venganza, Seven se acerca a su desconcertada prima Nía:
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-Ya
casi es la hora de mi ceremonia. ¿Quieres acompañarme hasta la entrada, Nía?-
-
-¿De
verdad puedo? ¡Gracias, Seven!- Sonríe agradecida la infante.
Seven toma la mano de su pequeña pariente, encaminándose ambas por las
calles de la aldea en las nubes.
La aldea Kuraido se extiende en toda su flotante magnitud a lo largo del
cuadrante sur. Gobernada bajo el arbitrio del Imperio de las Nubes, sus
magníficas y agradables temperaturas la dotan de un afluente suministro de
productos meteorológicos, lo cual lleva a sus ciudadanos a dedicarse en su
mayoría a la agricultura de nubes, bien muy preciado en el Imperio por su
versatilidad.
Mientras Seven y Nía caminan de la mano por los verdosos campos de la
aldea, con el intenso azul y blanco del cielo y las nubes iluminando la escena,
la infante se muestra inquieta.
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-Me
gusta mucho tu pelo. ¿De verdad al nacer lo tenías de siete colores distintos?-
Suelta Nía.
- -No te
acabas de creer que me pusieran mi nombre por una tontería así, ¿verdad?-
Menciona Seven divertida.- De todas formas, a mí me gusta mucho más tu pelo,
ojalá yo también lo tuviese turquesa y rosa.-
-
-A mí no
mucho, desearía que me cambiase el color del pelo a las pocas semanas como a ti…-
-
-Podría
ser peor, podrías hacer nacido chico, ellos no pueden tener el pelo de ningún
color… ni alas.-
-
-Alas…-
murmura la pequeña Nía, frenando su marcha. – No quiero tener alas.-
Esa declaración hace que a Seven le recorra un escalofrío por la espalda.
-
-¿Y
eso?- Consigue preguntar la protagonista.
-
-No
quiero hacerme mayor, no quiero tener que irme. Eso es la ceremonia del vuelo,
¿no? A los 30 te crecen las alas y te hacen irte.-
-
-Nía…-
Seven suspira, se pone en cuclillas para ponerse a su altura y mira a su prima
con intensidad.- ¿Por qué dices esas cosas?-
Nía mira de vuelta fijamente a los ojos a Seven, con una mezcla de tristeza
y anhelo que la hacen aparecer pequeñas lágrimas en los ojos.
-
-Porque
la hermana de Ari se fue a vivir a la capital tras la ceremonia, y la prima de
Ren desapareció sin decirla nada, y la madre de…-
- -No me
voy a ir a ningún sitio, Nía.- La interrumpe Seven.- Voy a quedarme aquí
contigo, no tienes nada de lo que tener miedo.-
Una ligera sonrisa empieza a emerger de los labios de Nía.
- -La
ceremonia del vuelo es sólo un rito por el que pasamos todas las Sora a los 30
años. Tu mamá te ha hablado de ello, ¿verdad? ¿En cómo nos crecen las alas y
nos convertimos en Soranias? Eso no quiere decir que nos vayamos volando a
ninguna parte.-
-
¿Seguro?-
-
¡Claro!
¿Acaso no has visto cuántas Soranias hay volando por el pueblo?-
-
Como
esa que viene hacia aquí.-
-
¿Qui…-
Antes de que Seven pudiera acabar su frase, una Sorania baja y la recoge al
vuelo, ascendiendo poco a poco ante la jovial mirada de Nía.
No tan jovial se muestra la asustada Seven ante el ente que la eleva a unos
4 metros del suelo, dándola golpes en el pecho como bien podía dada la corta
distancia entre ambas, con la Sorania abrazándola bien fuerte.
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-¡Dawn!
¡Daaawwwn! ¡Suéltame ahora mismo o te mato!- Grita Seven, notoriamente alterada.
-
-Nunca
me canso de ver tu cara de asustada.- Pronuncia jocosa la ente voladora. - ¿No
va siendo hora de que superes tu miedo a las alturas?-
-
-¡Bájame
ahora mismo, Dawn!-
Haciendo caso de las amenazas de su vieja amiga, Dawn reduce su altura
hasta aterrizar suavemente, separando así a la asustada Seven de uno de sus
mayores temores.
- -¡Estoy
tan contenta por ti, Sev! Por fin te vas a convertir en Sorania.- Exclama Dawn,
abrazando a Seven con alegría de nuevo, con sus 4 alas envolviéndolas a las
dos.
-
-¿Por
qué todos estáis empeñados en ahogarme hoy?- Susurra la protagonista por falta
de aire.-
Dawn ha sido la mejor amiga de Seven desde la adolescencia. De corta
estatura, alegre y vivaracha, desplegando cabellos de tonalidades turquesa y
azul, su optimismo siempre ha contrastado con el realismo de Seven. A pesar de
la distancia en sus personalidades, se encuentran más cercas la una de la otra
que muchos familiares.
Dawn lleva meses siendo una Sorania, no provocando envidia alguna en su
amiga por esta circunstancia.
-
-¡Me
encantan tus 4 alas, Dawn!- Exclama Nía, escrudiñando los alerones plumados de
la Sorania por enésima vez desde que las vio por primera vez.
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-¡Gracias,
Nía! ¡Me encanta que te fijes siempre que nos vemos! Al fin y al cabo, nadie ha
sacado 4 alas desde hace 3 generaciones. Aunque no es nada comparado con Seven,
ella podría conseguir las 7 alas…-
-
-Ya
vale, Dawn, no le metas tonterías en la cabeza a la niña.- Advierte Seven.
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-¡No
es ninguna tontería!- Replica Dawn.
-
-¡Guau!
¿7 alas? ¿Es eso posible?- Pregunta incrédula Nía.
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-Así
es Nía, exactamente igual que la guerrera Naxe de los cuentos.- Comienza a
explicar Dawn.-
-
-¿Naze?-
Pregunta la niña, extrañada.-
- -¡Naxe!
¿No os han leído el cuento en el cole? Cuenta la historia de la Sora Naxe,
quién poseía un espíritu tan fuerte, que al convertirse en Sorania le crecieron
7 alas. En realidad sólo le salieron 6, pero el cuento dice que estas eran de
decoración, y que lo la que permitía volar en realidad era su fuerte espíritu, conduciendo
a los Sora a una nueva edad de oro.-
- -Por
supuesto, eso no son más que cuentos Notxi.- Concluye Seven.- A nadie le han
crecido nunca más de 4 alas.-
Tras la conversación, las tres se ponen en camino a la ceremonia de vuelo
de Seven, localizada en el barranco del aire, bien pasadas las últimas
viviendas de Kuraido, lugar en el que se separan de Nía, dado que está
prohibido que asistan más de 3 personas a la ceremonia.
- -Estoy
deseando ver tus sietes alas, Seven.- Dijo sonriendo de oreja a oreja la joven
Nía, en un gesto que llena de candor a la protagonista.
Tras llegar al barranco, y observar el ostentoso despliegue de artefactos
ceremoniales, Dawn y Seven se encuentran con la encargada de conducir la
ceremonia: la sacerdotisa mayor Cíah, una centenaria Sorania miembro del
Consejo bien versada en la historia de su pueblo.
Con la treintañera ya en su puesto, y Dawn como testigo, Cíah comienza a
relatar los pormenores de la ceremonia, las cuales Seven ya conoce de memoria,
habiendo sido martilleadas en su mente desde aciago, centrándose en su lugar en
el torbellino de emociones que agita violentamente el mobiliario de su mente.
…
-
-Nía…
yo tampoco quiero alas.- Pienso para mí.
Mientras la sacerdotisa mayor repasa rápidamente las pesadas líneas del
libro sagrado, yo miro concentrada la plataforma al borde del barranco. La
imagen de ese sueño tan repetido me viene a la cabeza, con el burro mirándome
fijamente y sonriendo sarcásticamente, una imagen que me sigue confundiendo.
-
-Que
la homenajeada se ponga en posición.- Vocifera Cíah tras acabar de recitar los textos
sagrados.
Mis pies se mueven pesadamente hacia la plataforma, con cada paso
recordándome a personas que me han acompañado estos pasados 30 años: los piques
con el idiota de mi hermano Lienh, las fuertes discusiones con mi madre por lo
distintas que somos, el cómo mi padre desapareció de mi vida con una facilidad
que me hace cuestionarme si alguna vez le importé, mis compañeras de trabajo y
sus tonterías, mis muchas aventuras con Dawn a pesar de lo opuestas que somos
en personalidad…
Así mismo, comienzo a pensar en todos los motivos por los que no quiero
tener alas: en mi miedo a las alturas, en renunciar a la inocente vida que he
llevado hasta el momento, en el hecho de que cada vez soy más mayor, en el que
algún día me marchitaré dejando de observar el precioso cielo azul para estar
sumida en la oscuridad más absoluta…
Pero ahora tendré alas. Tendré alas y podré volar a dónde quiera, a
cualquier sitio que me apetezca. Podré ser quién quiera ser, podré hacer cuánto
quiera hacer.
Cuanto más me acerco a la plataforma, más me doy cuenta de que dejo mucho
atrás, pero también me llega mucho por delante. Aunque no pueda verlo, el
futuro está a plena vista. Aunque no pueda oírlo, el futuro está gritando.
Aunque no pueda sentirlo, el futuro está acariciándome el rostro tierna pero
firmemente.
Al llegar a la plataforma, me siento en paz conmigo misma, resignada ante
el destino que me aguarda. Creceré las alas, pero jamás dejaré de ser quién
soy, jamás dejaré de ser Seven.
-
- Que
el cielo esté contigo.- Concluye la gran sacerdotisa.
7 alas. 4 alas. 2 alas. No importa el número. Lo único que necesitas para
volar, son alas.
-
Las
nubes son blancas.- Susurro para mis adentros.
Salto con todas mis fuerzas desde la plataforma hacia el bosque de nubes
que abajo se muestra en toda su blanca abundancia. Cuanto más caigo, mayor es
la velocidad, mayor es la sensación de ser cortada en la piel con diminutas
estacas de aire, mayor es la sensación de vértigo, mayor es mi miedo de que mis
alas no se abran a tiempo.
Me concentro con todas mis fuerzas en la sensación de cosquilleo en mi
espalda, en desplegar mi potencial oculto, en olvidar la sensación de vahído
que arremete contra mis sentidos.
Dedicado a cierta "enana" que cumple 30 años.