lunes, 6 de febrero de 2012

La importancia de ser un perdedor. Capítulo 5: (No) Happy Ending

  
- …vale. No, lo entiendo. Gracias, mamá. Hablamos por la noche. Adiós.- Me despido, tras lo que cuelgo el teléfono.

Estoy en el porche de la casa junto a mi padre, apoyados ambos en la barandilla, contemplando el atardecer que tiñe de rojo las diversas casas de Golders Green, a la vez que tomamos un par de mojitos.

-         ¿Qué te dice tu madre?-
-         Me han aceptado en otra universidad pública. No está muy lejos de casa y me convalidarán las asignaturas. Podré entrar en 3º sin problemas.-
-         No pareces muy contento.-
-         Ya… es que me tengo que marchar el viernes. Va a ser duro dejar todo esto.-

Mi padre me da una palmada en la espalda para consolarme. Han pasado tres semanas desde mi beso con Nicole y mi decisión de no confesarla mi secreto. No obstante, hice algunos cambios: empecé a vestir un poco mejor, compré otras gafas sin graduación un poco más modernas, confesé mi amor por los mojitos…vamos, que fui metiendo elementos de Ray en el personaje de Trey. De esta manera me siento menos culpable.

-         ¿Se lo vas a decir a Nicole?-
-         No, me iré sin decirla nada.-
-         ¿Estás seguro, hijo? No me parece bien.-
-         No estoy escurriendo el bulto, papá, si es lo que insinúas. Lo he pensado mucho y es así como quiero hacerlo.-

Me sienta un poco mal ser tan escueto, de forma que intento argumentar un poco mi decisión.

-         Llevo toda mi vida soñando con encontrar una chica como Nicole y nunca pensé que la encontraría en otro país. Eso quiere decir que nuestros destinos no están entrelazados. Ha sido bonito mientras ha durado, pero no quiero que esté pensando en mí durante el resto del curso o manteniendo una relación a distancia que ambos sabemos que no funcionará. Y tampoco quiero hacerla más daño aún confesándola que he ido disfrazado de mi ficticio hermano gemelo. Cuando quieres a alguien lo suficiente, no te importa dejarlo marchar si sabes que así será más feliz.-

Tras mencionar esta última frase, no puedo sino recordar las palabras de Alice al final del pasado curso: “A veces quieres mucho a alguien, pero sabes que juntos sólo os terminaréis haciendo daño. Ray, cuando seas mayor lo entenderás”. También recuerdo que en aquella época no sabía lo que era querer tanto a alguien como para sacrificar tu felicidad en pos de la suya. Ahora ya lo sé.

-         Así que lo haces por ella.-

Asiento ante su acertada observación.

-         En cualquier caso, hijo, antes de irte quiero que sepas que estoy muy orgulloso de ti y en el hombre en que te has convertido. Aunque te echen de otra universidad, nada podrá cambiar este hecho.-

¿Hacía falta de verdad que pusiese esa última puntilla? De todas maneras, agradezco sus palabras.

-         Quizás pueda volver a visitarte, no sé… el verano que viene.- Sugiero.
-         Podrías venir en Navidad.- Propone él tímidamente.
-         Me gustaría mucho.-

Con estas palabras y un ligero choque de copas, damos por finalizada nuestra despedida. Quizás pueda parecer algo pronto y simplista, pero mi padre y yo hemos mejorado tanto nuestra relación en este mes que poco podemos decir que no se haya expresado ya en actos.

Tras un buen rato en silencio admirando este paisaje que, seguramente, compartamos por última vez, vemos a Moss llegando a casa mientras cojea ostensiblemente.

-         Me va a tocar tener una charla sobre sexo con un chico de 20 años.- Suspira mi padre mientras el onanista lisiado se aproxima.
-         Yo pensé que no la tendría en su vida.- Contesto yo.

Moss, con visible esfuerzo, termina llegando a la puerta de casa.

-         ¿Sabes, Moss? Ray se marcha el viernes a España.-

Ante el súbito anuncio de mi padre, Moss espera unos buenos segundos hasta que, por fin, exagera una cara de enfado y se marcha todo lo deprisa que puede dentro de casa.

-         ¿Cómo llamabais a eso?- Pregunta mi padre, acostumbrado a este tipo de situaciones.
-         Una Mossada.-

En realidad su reacción, por esta vez, no se aleja demasiado de lo normal. Durante mi visita hemos pasado por muchas experiencias, cambios e historia juntos. No es raro sentirse triste ante los cambios, sobretodo si implican la marcha de alguien a quién queremos. Cada uno lo lleva como puede. Los niños suelen echar la culpa a los padres, mientras que los adultos solemos enfadarnos con quién cataliza ese cambio.

Moss no me dirigió la palabra el resto de ese día ni al siguiente hasta que el jueves, mi último día, decidí arreglar la situación con él. Cuando le oí bajando las escaleras hacia el salón, puse la canción “Ugly love”, de su grupo favorito. Al reconocerla, se me queda mirando.

-         Pensaba que odiabas a “Eels”.- Dice al fin, rompiendo su silencio.
-         Antes sí, pero este verano me he obsesionado con esta canción. Me recuerda a nosotros.-

Los dos hacemos acopio del silencio, dejando que la canción llene la habitación durante unos segundos.

-         Verás, Moss. Al igual que en la canción, yo me consideraba un tío muy feo, a pesar de que los demás se empeñaban en decir lo contrario. Entonces mi primo me habló de una chica, una chica que a pesar de mi aspecto desaliñado debido a una noche loca con él no salió corriendo, sino que se interesó más por mí. Me enamoré de ella al instante, pero esta vez hubo una novedad: ella me correspondió. Y toda esta historia ocurrió por una persona clave. Esa persona eres tú, Moss. Si no te lo he dicho antes, te lo digo ahora: gracias. Gracias por ayudarme con Nicole.-

La canción continúa, mientras Moss sigue quieto en el mismo sitio.

-         Gracias, necesitaba oírlo. Te voy a echar de menos.-
-         Yo también, tío raro.-

A continuación se acerca con los brazos en posición horizontal, pidiendo un gran abrazo. Se lo doy. Es un gran abrazo que empieza a durar demasiado. Demasiado, la verdad.

-         Moss, ¿puedes soltarme?-
-         Aún no estoy listo.-

Tras nuestra reconciliación, le pido que me acompañe al último sitio que deseo visitar en Londres. Un sitio que cualquier persona que vaya a Reino Unido debe visitar al menos una vez de forma obligatoria: la tienda HMV. Pasamos la tarde allí, donde compro todos los DVD´s de series, anime y películas que me permite el presupuesto. Voy a estar pegado al DVD durante meses cuando llegue a España.

Cargados con una cantidad insalubre de bolsas, pasamos por la plaza de Leicester Square, iluminada por la luz de las diversas pancartas que se exhiben en los edificios colindantes. Mi mente vaga sola a mi primer día en Londres, en el que pasé por aquí con mi padre, tras haber sido liberado él de las garras de una máquina de la bolera. Al recordarlo no puedo sino reír, más teniendo en cuenta cómo ha evolucionado nuestra relación. Justamente el fin de semana pasado se quedó con Moss y conmigo jugando toda la noche al Smash Bros. Brawl. Al final va a resultar que tiene salvación y todo.

Entramos en el metro y cogemos la línea en dirección a Golders Green. Parece mentira que hoy sea mi último día. Si parece que fue ayer cuando monté en este canijo metro por primera vez.

-         Rober me ha comentado que han subido un 50% el precio del metro de Madrid.- Digo, intentado dar conversación ante el incómodo silencio.
-         Cáspita, qué derroche.-

En realidad, comienzo esta conversación por otros motivos. Durante estas semanas Moss no ha parado de verse con Kim. Son una pareja imposible, polos totalmente apuestos, por muchas boinas horrendas que él quiera ponerse. Además, es una relación abierta, ya que ella sigue viéndose con quién le da gana. No obstante, por el motivo que sea, siguen juntos y no parece que vayan a parar. Además, a Nicole y a mi nos divierte salir con otra pareja, más si son personas con las que tenemos una relación tan estrecha.

-         ¿Qué tal te va con Kim?- Pregunto dejándome de sutilezas, intentando averiguar el status de la relación.
-         Ah, Kim. Es como una rosa con espinas: si la coges la mano, te la retuerce. Si la abrazas, te da una colleja. Y si la intentas besar… es mejor correr, porque sus patadas duelen mucho.-
-         Parece una relación muy sana.- Digo sorprendido por sus palabras, como si lo que dijera fuera lo más normal del mundo.
-         Ah, Ray. Ya sabes cómo son las mujeres. Suaves y mimosas, pero nunca dejarás que las toques a menos que ellas quieran.-

Si fuera cualquier otra persona, evitaría que siguiese viéndola a toda costa. Pero tratándose de Moss, creo que resulta hasta aconsejable que siga viendo a una mujer dispuesta a salir con él. En cualquier caso, voy a echar de menos este tipo de conversaciones.

Enfrascados en varios debates durante el camino, mayormente sobre videojuegos, llegamos a Golders Green. Salimos de la estación y nos dirigimos a casa. Una vez nos acercamos a ella, vemos una figura esperando en el porche trasteando con lo que parece un móvil. Esto me produce una extraña sensación de déjá vu: es igual que la primera vez que vi a Moss cuando llegué a Londres. La figura, al vernos, sonríe ampliamente.

Es Nicole.

-         Hola guapos.- Dice justo antes de besarme y saludar con la mano a Moss.-
-         Pensé que hoy trabajabas hasta tarde.- Comento, extrañado.
-         Y así ha sido, ¿no me ves?-

Se abre el abrigo para dejarme ver su uniforme de trabajo, a la vez que da una vuelta digna de una modelo profesional. Su sentido del humor es otra de las cosas que extrañaré.

-         ¿Qué tal si vienes a mi casa y vemos una peli? Parece que hoy tenemos para elegir.- Menciona mientras coge una de las bolsas, rebusca y observa mis compras.
-         No creo que pueda, Nicole, la verdad es que estoy muerto de sueño.-
-         ¡Oh, venga! No nos vemos desde antes de ayer, ¿acaso ya te has cansado de mí?-

Sonrío ante la idea de que pueda llegar a cansarme de su compañía. Sé que no debería hacerlo, pero termino aceptando su oferta.

-         Entra en casa, yo iré dentro de 5 minutos.-
-         Así me gusta. Haré palomitas. No tardes.- Dice despidiéndose.

Noto que Moss tiene intención de decirme algo, pero espera hasta que estamos en el salón de nuestra casa para soltarlo.

-         Tu vuelo sale dentro de 5 horas.-
-         Lo sé. No te preocupes, tengo un plan. Tú mete en mi maleta todo lo que hemos comprado. Si tienes que dejar algo fuera, hazlo, excepto la ropa, es muy cara. Una vez esté todo dentro, haz que mi padre la meta en el coche. Yo iré a ver con ella “Lost in translation”, con esa película siempre termina durmiéndose. En cuanto lo haga, volveré aquí y nos podremos ir.-

Moss se queda impertérrito todo el tiempo en el que le expongo mi plan y unos segundos después de terminarlo.

-         Ah, vale.- Termina diciendo.
-         ¿Entendido? Pues me voy.-

Me dirijo hacia la puerta con intención de pisar, por última vez, la casa de la chica de mis sueños.

-         Ray.- Me llama Moss antes de salir.- Buena suerte.-

Una vez llego a su casa, corro a poner el DVD. Me gustaría decir que está pasando algo memorable, pero esta es igual que las muchas otras veces que he visto una película con Nicole. Ella tumbada con la cabeza en mi regazo, mientras comentamos alguna que otra frase, giro de cámara o interpretación que nos llama la atención. No tarda mucho en dormirse, justo en la escena en la que Bill Murray y Scarlett Johansson están cantando en el karaoke japonés. En defensa de Nicole tengo que decir que hoy tuvo un día duro en el trabajo, no porque la película le parezca aburrida. Si se duerme siempre es sólo porque se la pongo en los peores días. O eso quiero pensar yo.

Al verla caer rendida, apago la televisión. Nunca me acostumbraré a verla dormir, me quedo tan embobado como si fuese la primera vez. Me parece mal dejarla ahí en el sofá, de modo que la cojo en brazos y la llevo a su habitación. Una vez allí, levanto las mantas con cuidado y la meto dentro de su cama.

-         Gracias.- Dice por lo bajo.

Me sorprende el sonido de su voz, creía que estaba dormida. La sonrío y hago ademán de irme. Ella, al notar mi movimiento, estira el brazo y me sujeta.

-         ¿No te quedas?- Me pregunta lentamente por el sueño.
-         No, esta noche tengo que dormir en casa.-
-         ¿Tienes miedo de mi madre?-
-         Ya la pedí perdón por la mancha que dejé en su edredón, y la juré que nunca más volvería a beber coca-cola en su habitación.-
-         No fue buena idea ver la tele allí.-

Ambos soltamos pequeñas risas ante el recuerdo, pero ella sigue sin dejarme ir. Me siento en la cama para estar más cómodo.

-         Hemos vivido buenas aventuras juntos este mes, ¿verdad?- Comento mientras la acaricio el pelo.
-         Y la que nos quedan.-

Nicole empieza a rendirse ante la insistencia de Morfeo y poco a poco cierra los ojos. Yo me dedico a observar las preciosas facciones de la chica que no volveré a ver, intentando grabarlas a fuego en mi mente.

-         ¿Ray?-
-         Dime, cariño.-

Hace una extrañamente longeva pausa, fruto de la somnolencia.

-         Te quiero.- Termina diciendo.
-         Yo también. Desde el instante en que te vi.-

Ella sonríe ante mis palabras, sumergiéndose más y más en el sueño.

-         Nenaza…- Bromea, cayendo finalmente dormida.

La doy un largo beso en la frente, me levanto y empiezo a caminar hacia atrás, dirección a la puerta, sin perder detalle de ella. La tenue iluminación de las farolas de la calle dota al esbelto cuerpo que yace en la cama de un aspecto anaranjado, como el de un atardecer, solo que más sutil y artificial.

Al considerar mi situación, recuerdo la película “Family man”, empezando a sonar en mi cabeza la canción “Promise”, de la banda sonora. Al final de ese largometraje, Nicholas Cage se está acercando al cenit de su visión en la que está casado y con hijos. El ángel que le otorgó el mencionado espejismo le dice que “una visión es algo que, por definición, no puede durar”. Así me siento yo ahora mismo, como viviendo una visión de una vida mejor, una visión vívida y apacible, en la que mis sueños se han hecho realidad, en la que por fin me he aceptado a mí mismo, con todas sus ventajas y limitaciones. Pero esta visión está a punto de terminarse. Es algo que, desde el principio, sabía que no iba a durar. Este hecho no hace que me sienta mejor. Al contrario, hace que quiera quedarme aquí con ella con más fuerza, abrazarla con decisión y esperar que no se desvanezca al día siguiente.

Sin embargo, mi cuerpo no me lo permite. Mis pies se mueven solos hacia fuera de la habitación en la que mi bella durmiente, al despertar al día siguiente, verá su corazón destrozado, y todo por cierto chico que no tuvo el valor de dejar escapar la visión de una vida ideal.

Bajo las escaleras dispuesto a dejar en la mesa del salón, junto a la película que no me atrevo a llevarme, una carta en la que intento explicar el por qué de mi marcha. Digo intentar porque no hay justificación para el daño que voy a producir a una persona que me jacto de querer, por muy buena que fuera mi intención.

A pequeños pasos salgo fuera de su casa, recibiendo el helado aliento de la noche, recorriendo este mi cuerpo y manifestándose al exterior en forma de vaho desde mi boca. Las estrellas brillan con determinación en el negro cielo, presentes para contemplar como cierto joven se gira hacia la casa y suspira ante el sueño que, poco a poco, se desvanece.

A partir de ese momento, soy poco consciente de todo lo que ocurre a continuación. Mi padre y Moss me llevan al aeropuerto de Heathrow en el Mercedes. Recuerdo que la primera vez que vi el coche me dije a mi mismo que saldría de Londres conduciéndolo; sin embargo, me siento tan mal que de lo único de lo que soy capaz es de apoyar la cabeza contra el cristal del asiento trasero en el que me encuentro, observando cómo pasan a toda velocidad las brillantes luces de la ciudad, bamboleándome a merced del movimiento del vehículo.

Cierro los ojos poco a poco, intentando que mi sentimiento de culpa se vaya atenuando tanto como lo están haciendo las luminiscentes luces del exterior y la música de mi interior.

¡BLING!

Un sonido contundente y agudo, como el de una campana, me hace abrir los ojos de forma violenta. Me lleva unos buenos segundos el recomponerme y darme cuenta de dónde me encuentro. Parece ser que ya estoy a bordo del avión dirección a casa, en un asiento en la última fila con ventanilla desde la que no se ve nada más que el vacío del cielo nocturno. El ruido que he debido oír es el sonido que advierte a los pasajeros de que ya pueden quitarse el cinturón de seguridad. Noto que tengo algo en las rodillas: se trata de una foto de Nicole y de mí, la cual tomamos la semana pasada en cierta fuente cuyo nombre y ubicación no recuerdo. Es de las pocas fotos que tengo de Londres, y la única que poseo físicamente, nunca he sido una persona demasiado fotogénica. Mi mente empieza a deambular de nuevo hacia Nicole, hasta que…

-         Disculpe.- Se acerca una azafata.- ¿Le importa si este caballero se sienta a su lado? Es el único asiento libre del avión…-
-         No, para nada, adelante.- Digo sinceramente mientras quito las revistas gratuitas del asiento.
-         Gracias, niño, la otra silla me estaba dejando la espalda hecha polvo.- Responde una voz.

De detrás de la azafata aparece un hombre de unos 60 años, de aspecto afable y con un físico marcado por una oronda tripa. Tiene el aspecto de esas personas que están siempre sonrientes y no parecen guardarle rencor a nadie.

-         ¿Qué tal estás? Me llamo Luis.- Se presenta, mientras se acomoda y me ofrece la mano.
-         Ray.- Sentencio, devolviéndole el apretón.

No tengo muchas ganas de mantener una conversación, de modo que me enfrasco de nuevo en el visionado de la foto que tengo entre manos. Apenas pasan unos segundos, mi nuevo compañero de viaje, Luis, vuelve a dirigirse hacia mí.

-         Conozco esa cara. Es la de un corazón roto. ¿Es por la chiquilla de la foto?-
-         Si. Se llama Nicole.- Contesto, enseñándole la polaroid a distancia.
-         ¿La puedo ver? Mi vista ya no es lo que era.-

Le entrego la foto. Él la echa un vistazo y, tras un rato, noto cierta expresión de sorpresa en él.

-         Esta niña, ¿qué está haciendo?- Pregunta señalando a una chica que está ahogando a alguien en la fuente, detrás de Nicole y de mi.
-         Esa es Kim, y está ahogando a su supuesto novio, Moss. Creo recordar que eso fue por criticar “System of a down”, un grupo de música.-

Luis asiente y, unos segundos después, me devuelve la foto junto a una pregunta:

-         Parecíais felices, ¿qué pasó?-
-         Digamos que yo tengo cosas que hacer en Madrid y era inevitable que la partiera el corazón. Es complicado de explicar.-
-         La dejaste por tu trabajo.-
-         Por mis estudios, sí.-
-         Al principio te pareció buena idea pero ahora te arrepientes.- Manifiesta Luis, con acierto.
-         Exacto, si. Creí estar haciendo lo correcto volviendo a mi vida habitual, pero… si es lo correcto, ¿por qué me duele tanto? ¿por qué me siento tan mal? Cuanto más lo pienso, más me da la impresión de que me he equivocado. Y es un error que no tiene arreglo. He dejado escapar a la mujer más maravillosa que he conocido en mis 20 años de vida, no creo que haya otra.-

Noto mis palabras salir en torrente, como si hubiera abierto el tapón de una botella de agua boca abajo. No obstante, Luis escucha mis palabras sin moverse un ápice, hasta que al final expresa su opinión:

-         ¡Paparruchas!- Exclama.
-         ¿Cómo dice?- Pregunto sorprendido.
-         Esas tonterías que acabas de decir. Niño, tengo 64 años y si hay algo que he aprendido en todo este tiempo es que hay más de un amor en la vida. El amor por el trabajo, la comida, la familia, el buen vino,…yo que sé. Y si se trata de mujeres, encontrarás toda clase de amores. He conocido a muchas a lo largo de mi vida, y cada una ha significado algo importante para mí.-

Lo que dice tiene sentido, a pesar de las extrañas referencias a la comida, por lo que sigo escuchando activamente.

-         Deja que te cuente una historia.- Prosigue Luis.- Cuando era joven estuve trabajando un tiempo en Londres como ingeniero; de hecho vengo de ver a un antiguo compañero. En la oficina conocí a Elizabeth, la hija del jefe. Las cosas no eran como son ahora, entonces el respeto y la etiqueta lo eran todo. Ya sabes, todos esos valores que hoy en día casi nadie sigue. A lo que iba, tuvimos un romance a espaldas de su padre.-

La supuesta moral de las generaciones precedentes nunca dejará de sorprenderme.

-         Trabajábamos durante el día y teníamos citas a escondidas durante la noche. Seguimos amándonos intensamente durante 5 maravillosos meses, hasta que todo acabó una tarde la víspera de navidad: su padre terminó dándose cuenta de nuestro romance y me despidió en el acto. Sin trabajo había pocos motivos por los que quedarme allí y en España aún tenía muchas posibilidades, así que decidí volver. No pude despedirme de Elizabeth, su padre hizo todo lo posible para que no pudiera volver a verla.-

Mientras me cuenta esta historia que tan familiar me resulta, puedo ver en sus ojos cierto deje de tristeza. A la vez, en el casco izquierdo de mi hasta ahora desapercibido MP3, puedo oír cómo retumban las suaves notas de la canción “My heart will go on” en versión piano.

Luis, tras terminar su relato, me mira y comienza a reír.

-         Lo siento, niño. Parece que te he soltado todo este rollo sin tú preguntarlo.-
-         Al contrario, dígame, ¿volvió a saber de Elizabeth?-
-         No.- Comienza, tras una pequeña pausa.- Ni siquiera tengo una foto suya. Durante meses la escribí varias cartas, pero me las devolvían todas. Resultó que escribía mal la dirección, era el 41 y no el 14; en cuanto lo supe volví a escribirlas todas juntas y las envié de golpe. Nunca recibí respuesta alguna. Puede que fuera porque su padre las escondía o porque ella no tenía nada más que decirme, pero te diré una cosa, niño: no me arrepiento de haberla conocido. La vida está formada de grandes experiencias y son buenas o malas dependiendo de lo que tú saques de ellas. Yo con Elizabeth aprendí a amar, y gracias a eso pude querer con todo mi corazón a mi esposa, Rosa. Compartí con ella 30 maravillosos años hasta que el Cáncer se la llevó.-
-         Siento mucho oír eso.- Comento, lamentando la pérdida.
-         Era una buena mujer, había llegado su hora. Al menos tengo a mis hijas para hacerme compañía. Como te decía esta vida está llena de momentos y cada uno te hará sentir de forma distinta, pero en tu mano está el saber sacar una lección de cada uno que te permita seguir adelante. En eso consiste vivir, será mejor que te acostumbres.-

Supongo que lo que Luis está tratando de decirme es que no importa lo que dejemos atrás o los errores que hayamos cometido, siempre podremos tener un final feliz ante nosotros si tenemos la suficiente fuerza de voluntad para creer en él. Se trata de recoger bloques de experiencias del pasado y construir con ellos un futuro. Un futuro con el que siempre habías soñado.

-         Ahora niño, si no te importa, voy a echar una cabezada.-
-         Buenas noches, Luis, y gracias.- Pronuncio con cortesía.

Usando un suave gruñido como contestación, recuesta su cabeza en el asiento y se duerme, quedándome de nuevo a solas con la visión de la celestial oscuridad en mi ventanilla.

Esta charla con el anciano me ha levantado ligeramente el ánimo. Inmediatamente pongo en práctica lo aprendido: cierro los ojos e intento rememorar todo lo bueno que envolvía a Nicole. Su sonrisa, sus bromas absurdas, su actitud alegre, la forma en la que frunce el ceño cuando le hablan de algo que no conoce, su forma de decir mi nombre en Español, su forma de cogernos las manos entrelazando su dedo gordo sobre el mío, su forma de besar empezando por el labio inferior, su preocupación por el panorama cinematográfico actual,… También empiezo a recordar todos los sitios que compartimos en Londres: el British Museum donde conseguimos tocar una verdadera momia, el M&M´s World en el que me consiguió al muñeco bobby, el musical del rey león al que me invitó en nuestra primera cita, el pub Winchester al que íbamos varias noches junto a Kim y Moss, el cine de Leicester Square en el que hicimos saltar la alarma, el “Speaker´s Corner” en Hyde Park en el que dimos un pequeño discurso sobre la promiscuidad con cierto éxito,… Todos esos momentos no se perderán, formarán parte de nosotros para siempre. A pesar de haberle roto el corazón, espero que le ayude el hecho de que pasamos buenos momentos juntos. Porque lo único que me hace sentir bien es pensar que, durante cierto tiempo, fui capaz de hacerla feliz.

En la oscuridad que envuelve el mundo tras mis párpados poco a poco todo se atenúa, pensamientos y música incluidos, así como su imagen…

-         ¡Señor, señor!- Llama una voz, mientras me agitan levemente del hombro.

Abro los ojos poco a poco para encontrarme en un avión vacío. Se nota que no pude pegar ojo la noche anterior, a este paso me voy a quedar dormido hasta encima de la cinta de equipajes.

La azafata que me llama es la misma de antes.

-         Ya hemos aterrizado. Si es tan amable de abandonar el avión…-
-         Oh, si, por supuesto.- Suelto, intentando despejarme mientras me levanto.
-         Espero que haya tenido un buen vuelo.- Expresa con una entrenada sonrisa.
-         De los mejores, gracias.-

Mientras recorro el vacío avión, con el silencio que ello acarrea, me doy cuenta de que mi MP3 ha acabado la lista de reproducción, por lo que lo configuro en aleatorio, empezando a sonar “Any other world” de MIKA.

No puedo creer que ya esté en Madrid de nuevo. Han pasado tantas cosas, he vivido tantas experiencias y ha habido tantos cambios que van a pasar varios días hasta que tenga el informe listo para la Brigada. Tampoco puedo olvidar a todos los personajes que he conocido y que han significado algo para mí, los cuales me empiezan a venir a la cabeza.

Al salir al tubo que conecta el avión con la Terminal, los veo. Todas las personas que han tenido un impacto en mi vida, alineadas en dos filas a lo largo del cilindro, enfrentadas una con otra mirándome fijamente, formando un pequeño pasillo por el que puedo pasar. Empiezo a caminar por él, asombrado por la concurrencia.

En la fila encuentro a viejos amores como María, aquella niña que estaba obsesionada conmigo cuando yo tenía 5 años, Lorena, esa chica de 16 años que se llevó mi virginidad aún estando su padre en la habitación de al lado, o Nuria, quien tras cortar nuestra relación me apagó su cigarrillo en la mano derecha. Personas que me torturaron tampoco faltan a la cita, como Eduardo y Malena, pareja que no pararon de restregarme su relación día sí y día también, Cecil el francés errante, quien hizo daño a alguien importante para mi, también aparecen ciertas chicas anónimas que me rechazaron de forma especialmente dolorosa, incluso la profesora Delano y su marido se encuentran aquí.

Las personas más significativas se encuentran al final de la fila, sonriéndome cada uno acorde a su personalidad. Álex vestido de traje como siempre, su novia Johanna con su crucifijo de madera atado al cuello, Lin y su novio jamaicano Aaron quién la sujeta con confianza de la cintura, la bestia infernal Kim y su accesorio Moss el cual recibe un codazo al intentar tocarla (lo cual tiene su gracia y me hace reír), Clara esgrimiendo su cálida sonrisa, mi padre a su lado moviendo la cabeza mostrando aceptación, mi madre con su semblante amable y reconfortante, Alice cruzada de brazos mientras mueve ligeramente la cabeza como muestra de bienvenida, Rober ejecutando el gesto de los SEED[1] para hacerme reír y, por último, Nicole, que espera a la salida del tubo. Me acerco a esta última y la miro fijamente, notando mi cuerpo estremecerse ligeramente ante la experiencia:

-         Haz que valga la pena.- Dice dulcemente

Empiezan a asaltarme imágenes de toda mi vida, justo como dicen que sienten las personas que están a punto de morir. Los buenos y malos momentos. La gente que me ha amado y me ha odiado. La gente que me ha estado junto a mí o que se ha marchado. La gente a la que he hecho bien y a la que he herido. Todos ellos se encuentran detrás de mí, justo a dónde está mirando atentamente Nicole. Me giro para comprobar qué es lo que le llama tanto la atención, para comprobar que…no hay nadie. Me giro para volver a mirar a Nicole. También ha desaparecido.

Me quedo en el sitio, de pie, desconcertado, pensando que la ristra de emociones que acabo de sentir ha sido demasiado intensa como para haber sido otra fantasía más.

Sigo mirando el tubo durante un rato, hasta que un empleado de las líneas aéreas cierra la compuerta. Este observa mi semblante abstraído, con la vista fija en el sitio que acaba de bloquear.

-         ¿Ha tenido un buen viaje, señor?-

Una pregunta interesante.

-         El mejor de mi vida.-

Pasados unos segundos, me pongo en marcha a recoger mi equipaje, con las potentes luces del aeropuerto iluminando la gigantesca estancia de la terminal a la vez que hacen resplandecer el blanco suelo, dotando al conjunto de un aspecto inmaculado, casi etéreo.

Lo que he contestado antes no ha sido para salir del paso. Verdaderamente creo que la esencia de un buen viaje es sacar una lección de él; regresar siendo, aunque sea ligeramente, mejores personas de lo que éramos al partir. En ese sentido, estoy en disposición de decir que ha sido el viaje más grande que he tenido jamás. Espero que todo lo aprendido pueda aplicarlo con éxito en la que es, desde el instante en que salí del avión, mi nueva vida.

No sé cómo me irá. Lo único de lo que estoy seguro es que, gracias a la charla con Luis, el futuro ya no me parece tan incierto y vacío como antes.



Epílogo: Over the rainbow


-         Y eso es todo. Se levanta la sesión.-

Los asistentes golpean las mesas con los nudillos a modo de aplauso y se levantan. Es la octava reunión de la Brigada S.O.S desde que volviera de Londres hace un par de meses. Ahora las celebramos en un local que he alquilado no muy lejos de casa, ya que a excepción de Rober, Alice y yo, todos estudian en mi antigua universidad y necesitábamos un lugar común en el que poder quedar.

En lo que respecta a los miembros, Álex no se marchó a Alemania, todo lo contrario, su relación con Johanna había evolucionado, y no en el terreno íntimo, sino que habían dado un paso de gigante y se prometieron este verano. A veces es digno de estudio lo que estamos dispuestos a hacer los hombres con tal de echar un polvo. Por otro lado, hemos conseguido un miembro nuevo: Aaron, el novio de Lin, a quién le pareció divertida nuestra Brigada y decidió unirse. Me gusta tenerle en el equipo, es un chico con gran sentido del humor, y aporta más diversidad étnica, lo cual nos servirá para reclutar más miembros.-

Todos se marchan del local, excepto Alice que, empujada por Rober, parece querer hablar conmigo.

-         Ray…- antes de poder seguir, se da la vuelta e intenta escaparse, pero Rober le da la vuelta de nuevo hacia mi y la hace proseguir.- ¿Quieres quedar con Paula este fin de semana? Acaba de romper con su novio y se siente sola, es una presa fácil.- Propone con obvia desgana.

Paula es la amiga más guapa de Alice y siempre he estado loca por ella. Desde que la conocí me dio la impresión de que podíamos tener algo, pero Alice ODIA, y nótense las mayúsculas, que salga con amigas suyas, no me preguntéis por qué. El montarme una cita con ella es lo que más he deseado nunca. O, al menos, lo era antes.

-         Gracias, Alice, pero no me interesa. Tengo planes.- Digo sinceramente.
-         ¿En serio? ¡Genial!- Alice recibe un ligero codazo de Rober por su reacción.- Quiero decir, Paula se va a llevar una decepción.-
-         ¿Estás seguro, Ray?- Media Rober.- A Alice no le importa, tienes vía libre, ¿verdad?-
-         …- Enmudece Alice.
-         ¿Cómo dices?- Reitera Rober.
-         N…- Intenta decir.
-         Ray no te oye.-
-         ¡NO! ¡No me importa!- Exclama en un tono de voz que no se corresponde con lo que dice.

Río ligeramente ante este show. Desde luego estos dos forman un gran dúo cómico. Deberían mandar un vídeo a La Sexta como hice yo con mi informativo amateur.

-         Os lo agradezco, chicos, pero intento no forzar las cosas. Si tengo alguna oportunidad con una chica que me interese, pienso aprovecharla, pero no lo haré cuando sé que a alguien a quién quiero le molesta tanto.-
-         Tsk…nenaza.- Suelta Alice.

Cuando es despectiva contigo tras decirle algo bonito, es que le has tocado la fibra sensible. Dejando de lado esta verdad sobre mi prima, noto un cosquilleo en el estómago ante su comentario, ya que es lo último que me dijo cierta persona la última vez que la vi. Me pregunto qué tal le irá.

-         ¿Te ayudamos a cerrar?- Pregunta Rober.
-         No, tranquilos. Id saliendo, yo no tardo nada.-

Me aseguro de guardar todos los documentos que traje conmigo, guardarlos en la mochila, apagar todas las luces y cerrar con llave.

Al salir a la calle, veo a las tres parejas charlando en la entrada de la base de la Brigada S.O.S. Si me paro a pensarlo, cada una de ellas se formó en momentos distintos. Unas se formaron hace poco como Aaron y Lin, otras llevan un tiempo razonable juntos y dan pasos de gigante como Álex y Johanna y otras llevan lo suficiente como para saber si lo suyo funcionara, como Rober y Alice.

Ah, se me olvidó mencionarlo. Rober y Alice volvieron juntos durante mi estancia en Londres. Se les ve lo suficientemente maduros y compenetrados como para que esta vez la relación se mantenga. Cruzo los dedos para que así sea.

También me percato de que, viendo a estas parejas, siento algo que no hubiera sentido antes del verano: indiferencia. Las veo a todas y no puedo más que sonreír y desearles la mayor de las suertes. Antes esto no me pasaba. Antes hubiera tenido ganas de tirarles alpiste por el mero hecho de tener algo que yo deseaba y no tenía.
Es curioso el cómo puede cambiar nuestra percepción de las cosas, el cómo puede cambiar nuestras vidas, conocer a otra persona que nos muestra sentimientos y experiencias que antes no habíamos experimentado. No importa las veces que las volvamos a sentir, siempre recordaremos a esa primera persona con la que las compartimos.

Tras despedirme de todos y con el cielo deleitándome con una peculiar mezcla de naranja y azul junto a un tenue arco iris, me coloco los cascos y me sumerjo en la optimista canción “Over the rainbow”, versionada por Rin Oikawa.

Mirando el vivaz cielo y sintiendo fluir mi nueva vida en mí continúo por este camino que me terminará llevando no sólo a casa, sino también hacia el futuro. Un futuro brillante que de seguro disfrutaré gracias a unas viejas palabras que han adoptado un significado nuevo para mí:

Why can´t I? (¿Por qué yo no voy a poder?).



 - FIN – (?)

 

[1] Referencia al cuerpo al que pertenecen los protagonistas del videojuego FF VIII. Su saludo consiste en poner la mano derecha en posición vertical entre los ojos.