martes, 15 de marzo de 2011

Don´t Forget. Capítulo 1: Apertura


La oscuridad lo engulle todo. Un millar de imágenes pasan por mi mente con la misma celeridad que un tren de alta velocidad.
Amor. Odio. Alegría. Tristeza. Esperanza. Resignación. Todos los sentimientos que una persona pueda albergar las siento, creciendo y contorsionándose en mi interior. Intento reprimirlas, pero tarde o temprano, la presa que separa las aguas de mi inconsciente de la tierra firme que resulta ser mi realidad se rompería…y me llevaría a desbordarme, a ahogarme.

Mi única ayuda en la negrura es el pequeño boli-linterna que, gracias a su débil estallido de luz, me permite seguir relativamente a salvo el escueto camino. En aquel paraje, un mirador tan oscuro como elevado, se puede observar la ciudad en toda su magnificencia; con su gran y lejana iluminación elimina toda oscuridad que pudiera empañar su imagen de ente colosal, contenedor de almas y destinos humanos.
Sin embargo, eso no es lo importante. ¿Por qué ocurrió aquello? ¿Dónde está ella? El mero hecho de pensar que se separó de mí, de que no pude protegerla en aquel inhóspito paraje hace que mi corazón se retuerza de dolor con cada latido.

No veo nada, no oigo nada.

- ¿Dónde estás?- Grito en mi interior.

Si un árbol cae en un bosque vacío, ¿hace ruido? Si buscas a alguien que en realidad no existe, ¿se puede considerar que estás buscando algo?
¿Qué está pasando? No tiene ningún sentido, pero no puedo dejar la búsqueda:

-¡No lo he olvidado! ¡No me arrepiento de haber estado junto a ti!- Rujo para mis adentros, intentado convencerme de algo a mí mismo.

No dejo de gritar incoherencias ¿Vine siquiera con ella? No lo recuerdo, sin embargo puedo sentirla. No necesito más.
Mientras exploro con la luz del pequeño dispositivo, lo veo en el suelo: el collar con forma de mariposa que solía lucir en su delicado cuello. Nada más cogerlo, una extensa luz se abre ante mí. No veo nada, no oigo nada. Luz. Luz. Nada más que luz. No tengo más remedio que dirigirme hacia ella.

La oscuridad que me rodea es engullida ferozmente por aquel resplandor que, cual aura protectora, me cubre con enérgica determinación. Vienen a por mí, no les ha llevado mucho tiempo encontrarme. Me siento desfallecer…

-No te rindas[1].- Susurra una voz familiar.

Al aclararse mi visión, volví a estar junto a ella.
La muchacha miraba de frente a la ciudad al borde de aquella azotea, el mundo a sus pies, como si fuera un ángel vigilante, como si nos observara a todos. Yo, a su espalda, me vanagloriaba con su sola presencia. Mi musa, mi diosa.
Se percató de mi mirada, pero no se giró. No se inmutó.

-¿Si te dijeran que dos y dos son cinco? ¿Lo creerías?- Preguntó con su dulce voz.

No esperaba una respuesta de mi, no cabría una, no respondería.
Ella bien lo sabía y, fiel a mi silencio, se dejó caer al vacío. No hubo desconcierto, no hubo duda, simplemente salté también, sólo para descubrir que ya no estaba. El suelo se acercaba hacia mí a cámara lenta. Era como si la suerte estuviese echada, ella ya no caería, no moriría, eso me reconfortaba. Pero mientras el fin inminente yacía antes mis ojos, me pregunté:

¿Y si en el colegio me hubieran enseñado que dos y dos son cinco?

Con la sensación de haber caído desde el mismísimo cielo a mi cama, me desperté. No fue cosa mía, fue mi teléfono móvil quién me sacó de mi sueño:

Eres mi amor y te quiero por lo que eres[2] (K)” Demi.

En cuanto leí el remite del mensaje no pude más que sonreír instintivamente, pero al mismo tiempo me asaltó una sensación de intriga: si ella no me hubiera despertado, ¿habría muerto en mi ensoñación? Es más, ¿Qué sentido tenía el haberme tirado junto a ella del edificio? Hubiéramos muertos los dos.
No tenía fuerzas ni ganas para desentrañar esos misterios, de modo que me aferré a la teoría más inmediata: yo salté para cogerla y ella me despertó segundos antes de morir simplemente porque nos queremos. Hoy por ti, mañana por mí. El matutino SMS sólo confirmaba que el destino estaba de nuestro lado.

De un salto salí de la cama. Sin ninguna acritud ni remordimiento por dejar mi mundo onírico atrás me encaminé al cuarto de baño para acicalarme. En el espejo, mi reflejo me observaba, con una mueca neutral. ¿Qué esperas? ¿Qué te sonría, cabrón? Tuvo suerte, lo hice. No podía tener más motivos para ser feliz.
Vivía sólo en el piso de mis padres, tenía el dinero de su herencia, me iba bien en los estudios, era el tío más popular del instituto, capitán del equipo de fútbol y tenía una novia preciosa. En realidad, lo único que me importaba era Demi, lo demás eran minucias, condimentos para aderezar el plato que resultaba ser mi existencia; pero ella era esencial en mi vida, no podría vivir sin su presencia. Literalmente.

Mi reflejo se duchó, se lavó los dientes, se peinó y se echó su colonia favorita, todo ello sin dejar de mirarme con los ojos fijamente clavados en mí. ¿Por qué estás tan serio? ¿Acaso algo va a ocurrir hoy?

La impaciencia me pudo, pasé de desayunar y me fui directamente a clase. El ruido de la puerta al ceder y volver a cerrarla me produjo una extraña sensación de novedad. No dejaba de resultar curioso, teniendo en cuenta que llevaba más de 2 años viviendo allí, aunque con Demi apenas llevaba uno. Aún recuerdo que la primera noche aquí la pasé junto a ella, compartiendo confidencias, entregándonos a nuestros instintos humanos más básicos, carne con carne creando un auténtico vínculo entre nosotros. Su pálido cuerpo lucía tan hermoso a la luz de la luna.
Saliendo de mi ensimismamiento me di cuenta de que ya estaba a medio camino del instituto. El cielo se mostraba gratamente despejado, dejando mostrar su poderío en forma de potentes rayos de sol que cubrían de calidez el ambiente. Debería sentir una ligera sensación de rutina, pero cada día parecía distinto al anterior, todo era así desde que ella se cruzó en mi vida.
Algunos comentaban que nos dejábamos llevar demasiado por nuestra relación, pero esa gente eran los negados sociales, los “frikis”, la escoria que yo intentaba evitar. Ellos morirían tristes y solos y jamás llegarían a encontrar a una chica tan maravillosa como la mía. Mala suerte, muchachos.

Pude divisar las verjas que rodeaban el instituto, pero antes de poder dar otro paso en su dirección… ¡ZAS! Me habían tapado los ojos. Todo mi mundo se vino abajo en un momento por una sola alteración auditiva en el aire, un sonido, una voz más concretamente:

-Aquí vamos otra vez[3].-

El mundo se paró: personas, vehículos, animales…incluso el propio tiempo. Mi corazón se disparó, las aletas de mi nariz se ensancharon para coger aire, noté las pupilas de mis ojos dilatarse, una reacción bioquímica desencadenó en mí una euforia difícil de disimular. Todo esto por una simple conjunción de palabras y sonidos…no. En realidad era por su sonido, era por ella. Esa era su frase favorita, la que siempre decía al verme.

El mundo seguía parado. Me di la vuelta para encontrármela de frente. Me era imposible no mirarla sin describirla cada vez que lo hacía: su precioso e intenso pelo negro brillaba bajo la luz del sol matutino con la misma intensidad que mi corazón lo hacía por ella, sus cejas describían unas líneas románticas que culminaban en un arco de apariencia original, su nariz era simplemente recta sin resultar grotesca ni desfigurante; pero lo mejor de ella eran sus ojos, que se clavaban en mi de manera que parecía que pudiera leerme el alma, de manera que me era imposible tener secretos para ella. Además, su sonrisa permanente iluminaba cada uno de los rincones de mi oscura conciencia. Era tan hermosa.

El mundo seguía parado. No dije ni hice nada salvo cogerla con suavidad de la cintura, atraerla hacia mí  y juntar sus carnosos labios con los míos. Mi mente se disipaba de cualquier sentimiento negativo. Dudas. Inseguridades. Miedos. Nada de eso existiría mientras ella siguiera aquí conmigo. Ella es yo y yo soy ella.

El mundo seguía parado, y seguiría así hasta que nosotros dijéramos lo contrario. Era nuestro mundo, nosotros lo controlábamos. Aunque todo tiene que acabar y ese beso sería uno de los únicos tres que le daría aquel día. Uno para cada ocasión que lo requiriese. Primer beso.

El mundo ya no seguía parado, todo a nuestro alrededor retomó su ritmo ocasional de nuevo en cuanto despegamos nuestros labios. El timbre fue la llamada para que nos pusiéramos en marcha, de modo que con gran alegría me cogió de la mano y fuimos juntos a clase. Su energía, su vitalidad, eran contagiosas…era como el carburante que permitía que el motor de mi vida continuase funcionando.
En el instituto todos nos adoraban, éramos como una pareja modelo. No era de extrañar, yo era el capitán del equipo de fútbol y Demi se llevaba bien con todo el mundo; era muy sociable, su entusiasmo era embriagador. Era un verdadero show el pasear por los pasillos con ella, todo el mundo nos saludaba y nos paraba cada dos pasos para hablar con nosotros. Éramos como los reyes del mambo por aquellos lares.
No obstante, al final debíamos separarnos, estábamos en clases distintas.

-Te esperaré aquí, ¿vale? No te marches como haces siempre[4].- Me exigió con una gran sonrisa.

La di un beso de despedida. Segundo beso.

Entré en clase con el tiempo justo para sentarme en la última fila y escuchar al profesor comenzar su monótona lección. Lástima que fuera a perdérmela, de repente me entró mucho sueño y opté por echar una cabezadita. Daba lo mismo que no atendiese, como niño prodigio mis notas eran perfectas sin apenas necesidad de esforzarme. Con deliberada pretensión mis párpados comenzaron a caer, más y más lentamente, hasta cubrir de negro mi pequeño universo.

Las palabras se dejan caer con fluidez en el papel en el que escribo, al igual que las lágrimas que derramo ante su ausencia. Ni siquiera estoy seguro de cual es la realidad y cual no, ¿acaso no podría estar ya en una especie de sueño o visión “post-mortem”? ¿Acaso no podría encontrarme representando simplemente las fantasías de un esquizofrénico paranoide? Ojalá fuera así, pero el dolor que siento es demasiado grande, demasiado real como para ser ficticio.
Lo único que sé es que sin ella todo parece más vacío, más triste, más oscuro. ¿Por qué no estás aquí?

La lluvia cubre todo lo que abarca la vista, haciendo mi estancia más lúgubre y despreciable si cabe. Mi próxima parada es mi antiguo instituto. Eso es genial. Odio los institutos; están repletos de cretinos pseudo-mongólicos que creen que su ficticia escala jerárquica les da poder para tiranizar a aquellos que consideran inferiores. Además, era terriblemente peligroso, cualquiera podría reconocerme, pero tengo que estar aquí. Hay una fuerza superior a mí que me lo ordena.
Vuelvo a vivir una escena familiar: la entrada al instituto, sin embargo ahora no tengo la capacidad de parar el tiempo, y todo lo que llega a tocar mis labios son las gotas de lluvia, con afán juguetón y despreocupado.

El timbre suena y yo he de internarme en esa especie de campo de concentración para jóvenes mentes. Sorprendentemente nadie nota mi presencia en aquellos pasillos, soy como un fantasma, y no lo digo precisamente por mi pálido color de piel que más de un apodo me supuso en el pasado, sino porque la gente pasa de largo, sin una sola mirada que dedicarme. En un entorno de quejas y conversaciones banales, yo soy un agente neutro.

Me alegro, ¿quién necesita a la gente? Yo sólo necesito a una persona, y ahora no está. No puedo depender de nadie más que de mí mismo. Esa es la regla que he estado siguiendo estos últimos años y es la que seguiría usando. Hasta ahora no me ha ido tan mal, ¿no?

El pasillo por el que discurro parece interminable, quizás demasiado; empiezo a notar unos sudores fríos. No he hecho nada de lo que me dijeron, no quiero hacerlo, no creo ni una sola palabra suya, pero mi cabeza empieza a marearse. Siento un entumecimiento recorriendo todo mi cuerpo y una extraña sensación de agarrotamiento.
Debo llegar al final del pasillo, no puedo quedarme aquí, pienso demostrarles a todos que tengo razón y lo haré sin su ayuda. Empiezo a tambalearme, doy un traspié y casi caigo al suelo.
Estoy casi arrastrándome, pero debo llegar al final del pasillo…maldita sea, todo empieza a desvanecerse, apenas puedo seguir en esa postura viperina.
Debo…llegar…no. ¿A quién pretendo engañar? Ahí está, frente a mí, la confirmación de mi locura; como una luz que se enciende, un brillo refulge ante mí y la veo. Demi… caigo a sus pies. Mi musa, mi diosa.

- Quiero volver a los viejos tiempos[5].- Dice mirándome caer.

Y es aquí hasta dónde puedo llegar solo. Un fundido en negro es acompañado de su voz susurrándome unas palabras:

-Recuerda, Diciembre[6]…-

Su delicado beso me sacó de mi ensoñación. Durante unos instantes nuestras cabezas quedaron muy pegadas la una con la otra, escrutando nuestros ojos como intentando sincronizar nuestros pensamientos. Tercer beso. Me estremecí.

Nos encontrábamos en el mirador al que siempre solíamos ir después de las clases para pasar un rato juntos. Era un lugar precioso, desde él se podía vislumbrar toda la ciudad, como si el mundo entero estuviese bajo nuestros pies.
A pesar de tener una agenda bastante apretada, yo con el entrenamiento del equipo de fútbol y ella con su banda de música, nos prometimos pasar una hora juntos al día como mínimo.

Ella notó mi inquietud horaria gracias a mis furtivas miradas al reloj digital:

- Tranquilo, estoy exactamente donde debería estar ahora[7].- Su voz resultaba suave y neutra.

Vivía para esos momentos con ella, llenos de calma y ternura. En un mundo en el que todo va a 1000 por hora, resultaba reconfortante el tener a alguien con el que relajarte de vez en cuando. Si no fuera así, uno podría acabar loco.

- Tengo hambre, ¿tu no? Será mejor que te alimente, o vas a acabar lamentando estar junto a mí.- Dijo dándome un beso en la frente y levantándose con energía en dirección al puesto de comida que se encontraba no muy lejos de allí.

A medio camino se dio la vuelta sin aflojar el paso y me lanzó un beso. Eso supuso una punzada en mi corazón, sería la última vez que la viera con su sonriente semblante, lleno de energía positiva. Pude ver su contorno perdiéndose en la lejanía, donde por siempre moraría, aunque yo hiciera todo lo posible porque así no fuera.
¡Haz algo, maldita sea! ¡Ve con ella! Ojalá hubiera podido, pero una llamada a mi celular me interrumpió. Lo cogí instintivamente.

Se oían interferencias, una conversación entrecortada:

- Comida…puedas…hijo…oyes?-

Frases inconexas se aglutinaban en mi oído. Intenté adivinar el número mirando el LCD de mi móvil, pero no aparecía nada en pantalla, debía haberse quedado pillado otra vez. Una gota de lluvia resbaló con impertinencia sobre ella; de repente se había nublado el cálido ambiente y comenzado a chispear.

Decidí ir a buscar a Demi, ella odiaba que se le mojase el pelo que tanto le costaba peinarse, así que la llevaría a casa inmediatamente. Me desplacé hasta el puesto de comida al que ella fue a comprar unos aperitivos, pero estaba cerrado. Con gran alarma comprobé que su teléfono móvil estaba en el suelo enfrente del establecimiento, sin dudarlo un segundo lo cogí y me sobrecogió lo que observé en su pantalla: era un mensaje de texto sin destinatario ni remitente en el que simplemente figuraban las palabras “Don´t Forget”[8].

¿Qué demonios quería decir aquello? Mi mundo empezaba a dar vueltas, no entendía nada. ¿Acaso Demi había sido secuestrada? Este mensaje no era casual. Comencé a mirar por todos sitios en el mirador, pero no pude encontrarla. La lluvia caía ya con gran contundencia y me era imposible ver nada, el vendaval minaba mi juicio y debilitaba mis fuerzas, no sabía qué hacer. Lo único que se me ocurrió fue ir corriendo a su casa. Quizás, con un poco de suerte, todo se trataría de una broma macabra.

Ojalá hubiera sido así. En cuanto llegué a su calle noté la presencia de un coche patrulla enfrente de la casa de Demi. Me acerqué a la ventana de su salón y pude ver a sus padres con rostro preocupado hablando con un par de representantes de la ley. Entonces la situación chocó contra mí con la contundencia de un camión de bomberos: ella se encontraba desaparecida.
Sentí la tentación de entrar y dar mi apoyo a sus padres, pero la policía estaba allí y no tenía tiempo de responder a sus preguntas; primero debía examinar la habitación de Demi por si existía algún indicio de su desaparición. Además, la policía no haría nada hasta pasado unos tres días y se la declarase legalmente desaparecida; para entonces quizás fuera demasiado tarde.

Trepé por el árbol cercano a su ventana y con gran despliegue de fuerza, fruto de mis músculos duramente entrenados, entré en su habitación lo más sigilosamente posible. Me había colado allí más de una vez, verla durmiendo propiciaba una gran calidez en mi interior, como si estuviera en paz con el mundo entero. Pero ahora no estaba. ¡No podían hacerme esto! Tenía que encontrar alguna prueba que me indicara por qué había desaparecido o por qué alguien querría llevársela.

Su habitación no era muy grande y estaba llena de posters de diversas películas como Star Wars y figuras de acción. Para bien o para mal, no me disgustaba, aunque lo veía demasiado “friki” para mi gusto, lo típico que ven o coleccionan los fracasados para sentirse mejor consigo mismos.

Encima de la mesa no había nada de interés, salvo un barullo de hojas de papel que no me habrían llamado la atención si no fuera porque reconocí la que ocupaba un lugar destacado: era una página suelta de una obra titulada “the sickly lover[9]” y me pertenecía. Yo era un escritor amateur, Demi decía que tenía mucho talento, que debería escribir siempre que tuviera la ocasión; de este modo la entregué el manuscrito de la que consideraba mi mayor obra.
“The sickly lover” trataba de un adolescente atormentado por el amor que padece hacia su compañera de clase. Y digo padece porque en esta obra se habla del amor como si de una enfermedad se tratara, que podría llevar a un muchacho incauto a la locura. Parece ser que esa parte de la obra había sido leída recientemente:

“Y mientras me ahogo en la monotonía, el resto del mundo parece seguir su curso. Es como si la trayectoria de mi vida estuviera predeterminada, ¿acaso en eso consistía el destino? ¿En una sucesión ininterrumpida de sucesos banales y prefijados?

Me despierto y mi familia no para de subestimarme como si no valiera nada, mis compañeros de clase me consideran un pardillo sobre el que tienen derecho a la burla constante, mis notas bajan fruto de mi cada vez mayor falta de concentración;  y como colofón tu te has echado en brazos de otro hombre que, probablemente, te romperá el corazón.

Lo único que merece realmente la pena en mi vida son mis sueños. Déjame hablarte de mis sueños. Por ejemplo, el otro día soñé que te tenía. Eras mía y de nadie más. En mi sueño me querías, compartíamos un vínculo especial, de entre todos los hombres del mundo yo era el elegido. El único para ti.
Era así porque ahora me había convertido en una mariposa. Tu mariposa. Me guardaste en una jaula iluminada muy cerca de ti.
Así podría verte todos los días, revoloteando a tu alrededor, como si no hubiera un mañana. Pero eso no perduraría, no estaríamos juntos para siempre. Sólo sería hasta  que el sol, con su fulgurante presencia, volviera a aparecer y Morfeo me expulsase de su basto universo onírico. Entonces la mariposa desaparecería y yo volvería a ser humano. Y tú volverías a ser mi musa, mi diosa, intocable en su divinidad.

Un escritor oriental escribió:

“”Soñé que era una mariposa.

No podía saber si estaba durmiendo. Pero cuando desperté, yo era yo y no una mariposa.

¿Soñé que era la mariposa o la mariposa soñó que era yo?

Aunque haya una diferencia entre la mariposa y yo, la distinción no es absoluta. Y no hay relación de causa y efecto.””

Yo soy yo. Soy tu mariposa. Hazme tuyo. Guárdame en la luminiscente jaula de tu corazón. Aunque ello implique que me claves una aguja que acabe con mi dolor, me diseques para conservar mi esencia y me guardes en un frasco para tu goce eterno.”

Tras aquello no pude seguir, las lágrimas rodaban por mis mejillas. Debía ser porque recordaba el momento en que le di el relato a Demi, ¿por qué iba a ser si no?
Decidí que lo mejor que podía hacer era tratar de calmarme unos segundos sentándome en su mullida cama. No podía parar de llorar, empezaba a sentir que todo se desbordaba, igual que una presa que no puedo contener el agua. Me sentí abatido y cansado.
Mis ojos pesaban, pero no podía dormirme, ahora no era el mejor momento para ello.

Demi, aún te recuerdo lanzándome aquel beso. Una imagen constante en mi mente, allá donde vaya…





[!La aventura continuará la próxima semana¡ ¡No te pierdas el capítulo 2: la feria de las revelaciones!]


[1] Don´t Surrender
[2] You are my love and i love you for who you are.
[3] Here We go Again
[4] Don´t walk away like you always do
[5] I wanna Get Back to the old days
[6] Remember December
[7] I´m exactly where i´m supossed to be now
[8] No te olvides
[9] El enamorado enfermizo

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